domingo, 11 de marzo de 2012

¡ESCÁNDALO VANGUARDISTA EN VALLADOLID! El grupo Pascual Letreros (1945-1956)


En el Valladolid de finales de los años 40 del siglo XX existía un panorama de penuria caracterizado por la escasez de actividad artística y salas de exposiciones, la Universidad a través de su sala del Palacio de Santa Cruz y gracias al apoyo del rector Cayetano Mergelina, en los últimos años de la década de los 40 y a comienzos de los 50, patrocina y alberga frecuentemente algunas exposiciones aperturistas que introducen las primeras experiencias de vanguardia en la ciudad.
En la sala de Santa Cruz en el primer semestre de 1948 se dan a conocer y celebran sus primeras exposiciones los miembros de la primera vanguardia vallisoletana que integraron el grupo de tendencia abstracta “Pascual Letreros”, un colectivo de artistas principalmente vallisoletanos y algún que otro uruguayo que integraba a pintores y escultores, bajo la dirección del líder y fundador de la agrupación, el filósofo y poeta surrealista uruguayo vinculado a Valladolid José Parrilla.
Los otros dos uruguayos del grupo, que como Parilla procedían de Montevideo, eran Alma Castillo, pintora que había estudiado con el constructivista Joaquín Torres García, y el amigo de Parrilla, el acuarelista Raúl Javiel (Javier) Cabrera (“Cabrerita”); en cuanto a los componentes vallisoletanos estaban los escultores Gerardo González Pintado y Lorenzo Frechilla, que hizo ocasionalmente de mecenas; el pintor y escultor Publio Wifrido Otero; Lilián (posiblemente nombre artístico de la pintora Adelina Struel, también conocida como “Nina”); Manolo García; el escultor y tallista Primitivo Cao y por último, Teodoro Calderón (un escultor cántabro trasladado a Valladolid). Al grupo se sumó también participando muy ocasionalmente de sus reuniones y elucubraciones teóricas un jovencísimo Santiago Amón, entonces estudiante en Valladolid.

Fundado y surgido como un revulsivo para modernizar y sacudir las adormecidas inquietudes culturales de la ciudad, se trataba de un movimiento de rebeldía y contestación local, actitud que no dejaba de tener claras resonancias “dadaístas”. Su misma denominación –“Pascual Letreros”– era un nombre sin significación alguna, surgido del azar o del absurdo, como había sido “dadá”.
José Parrilla como teórico del grupo, junto con su amigo Raúl Javier Cabrera fueron los que sentaron las bases ideológicas del movimiento, ideario cuyo contenido era una especie de mezcolanza filosófico-existencialista de repercusión literaria y artística esbozada antes de llegar a Valladolid procedentes de Uruguay y que denominaron “Esterismo”. Según la profesora Ortega Coca, las teorías que propugnaba Parrilla, podrían tener cierto paralelismo con las ideas de Oteiza, concretamente con su “ley de los cambios”. En el “esterismo” se mencionaba que después del periodo álgido habría un silenciamiento. Procederían (decían en uno de los boletines) después de su desarrollo a la ocultación del esterismo. Es muy difícil después de los años saber exactamente lo que era todo esto, sobre todo cuando han quedado tan pocos testimonios.


Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de los Ismos, define al “Esterismo” como un movimiento ideológico, poético y artístico, fundado en Montevideo en 1944 con la publicación de las obras de José Parrilla, La llave en la cerradura y Rey beber, y con las primeras exposiciones de Raúl Javier Cabrera. Fue así bautizado por los críticos de arte a causa de un poema de doscientos versos escrito por Parrilla donde el femenino nombre de Ester se repetía setecientas veces. Según Parrilla, no se trataba de ninguna mujer concreta, sino de la abstracción de la mujer. A esas teorías, un tanto oscuras y confusas (y que incluso se mezclaban, con principios de gastronomía macrobiótica y con cierta estética en su indumentaria personal de abandono estrafalario, acentuando lo bohemio) se adhirieron los componentes vallisoletanos, jóvenes artistas que con las exposiciones del grupo intentaron despertar a la ciudad, para sacudirla y desentumecerla, sorprendido y provocando a la opinión pública tanto por sus extravagancias y porte bohemio como por su decantación por la figuración informalista, cuando no por la abstracción como lenguaje. A partir de entonces en Valladolid y durante unos cuantos años más el grupo se mantuvo más o menos activo entre teorías filosóficas apenas definidas e inquietudes intelectuales diversas, como fueron, entre otras, sus inclinaciones por la filosofía del alemán Max Scheler, la literatura de James Joyce y la poesía de Walt Whitman o la música dodecafónica de Arnold Schoenberg.
Al parecer por sus escritos, no faltó quien les relacionase con el existencialismo, mientras que un diario catalán los trató de “dadas” o surrealistas, pero ellos dirían que del “dadaísmo” y del surrealismo estaban separados por miles de años porque “somos prehistóricos”. Y los pequeños revolucionarios Tzara, Bretón o Dalí, son más ajenos a nuestro “esterismos” (el cual es una superestructura del arte) que cualquier hombre o mujer de los que van todos los días por esas calles.
El esterismo pretendía conectar con lo popular y ser anónimo y colectivo. Según Parrilla la piedra fundamental del esterismo era la siguiente e impenetrable poesía repetida en sus boletines:

Casamiento desborda cuatro años
A golpe de barranco
en mesa de cuatro
o de la otra parte el vino
se parece esta mujer a río
o a cabeza de niño
y el cuarteto es también
su ala de mujer
para que ofrece naranjo
emplumado o una calle
toda llena de agua
es decir avenida, es decir
corazón corresponde corteza
o la leche blanca
de bahía.

Las insólitas pinturas y esculturas colgadas e instaladas en los muros de la sala de Santa Cruz suscitaron asombro e incomprensión, provocando todo tipo de burlas y comentarios jocosos tanto entre el público visitante como entre los muy escasos críticos de arte que escribían en la prensa local. Esa actitud en cierto modo era deliberadamente alentada por los propios artistas que en su afán de llamar la atención y escandalizar proferían comentarios absurdos e ilógicos y gastaban las más extravagantes bromas con el fin de indignar y molestar tanto a la crítica local como a los sectores más reaccionarios de la sociedad vallisoletana.
Las dos primeras exposiciones en el Colegio de Santa Cruz fueron las individuales de los miembros uruguayos del grupo –Alma Castillo y Raúl Javier Cabrera–, a las que siguieron unos meses después la de los vallisoletanos Publio Wifrido Otero y Gerardo Pintado. Así, del 13 al 22 de marzo permaneció abierta la exposición individual de Alma de Castillo, en cuya inauguración su esposo el poeta José Parrilla pronunció una conferencia sobre “La pintura moderna en el Uruguay”. Un día después, el crítico de El Norte de Castilla resumía así la impresión que le había producido la pintura de la artista: “Responde su modo de hacer a un arte impresionista y que fue discutidísimo cuando lo inició Picasso, arte que ya está un poco de vuelta del viaje que entonces iniciara. Los enamorados de la pintura realista no acabamos de comprender este arte, que no dudamos tendrá su mérito, pero que desde luego, no llega a todos. Los óleos a base de grises y sienas oscuros son en su mayor parte bodegones. También hay algún retrato. La novedad del caso llamará poderosamente la atención y seguramente la exposición será muy visitada”. Después de clausurada la exposición, a comienzos del mes siguiente se inauguraba en el mismo escenario, la del otro miembro uruguayo del grupo, Raúl Javier Cabrera, “artista americano, que con la presentación de sus obras viene a continuar la serie que aquí iniciara Alma Castillo”. De lo expuesto da fe nuevamente el mismo crítico del periódico que, a propósito de los cuadros, comentaba: “Son trabajos acuarelados con líneas al margen de todo academicismo, que revelan una personalidad enigmática, como ha dicho uno de sus críticos. Las figuras allí pintadas, recuerdan con sus contorsiones y olvido del dibujo, aquellos relieves decorativos del románico del siglo XII, que corresponden a un arte infantil. Tememos mucho que el público no llegue a comprender la tendencia artística de esta clase de obras; nosotros declaramos sinceramente nuestra incapacidad para ello”.

 
Unos meses después llegó al Palacio de Santa Cruz la tercera exposición, en este caso dedicada a los dos miembros vallisoletanos del grupo, el pintor Publio Wifrido y el escultor Gerardo Pintado. Para el crítico de El Norte los dibujos y óleos del primero y las esculturas del segundo eran meros “apuntes, bocetos o ensayos”; a su parecer, las pinturas no pasaban de “manchas con atisbos de arte”, mientras que las esculturas le parecían unos cuantos “estudios cubistas”. En su opinión faltaba en la exposición la labor definitiva, “el plato fuerte”.
Aparte de las exposiciones, el rector Mergelina permitió a algunos miembros del grupo dar conferencias de arte moderno en la sala de Santa Cruz e incluso a intervenir en algunos seminarios celebrados por entonces en el Aula Magna de la Universidad, intervenciones planteadas desde el absurdo que se convirtieron en arengas verbales e ideológicas de lo más polémico, y de entre las que se recuerda sobre todo la sorprendente conferencia que dio Parrilla de sólo cinco palabras, o las que pronunciaron el mismo Parrilla y Gerardo Pintado, en las que utilizaban largos silencios como forma de provocación participativa, suscitando la mayor perplejidad entre los asistentes. Toda esa actividad coincidía con la edición de un brevísimo boletín de 4 o 5 páginas mecanografiadas, hojas sueltas y panfletos, en los que Parrilla, en su papel de “gurú” y profeta de la hermandad daba a conocer poemas y escritos.
A finales de mayo de 1950 el grupo inaugura una nueva exposición, la cual tiene lugar simultáneamente en el “Rincón de Arte” de la Librería Meseta, en la calle del Duque de la Victoria, y en el local de una peluquería, en el nº 23 de la Plaza Mayor. En aquella muestra, titulada “Nueva creación artística”, además de una selección de esculturas cúbicas de escayola y hormigón de Lorenzo Frechilla, figuraron seis acuarelas de Raúl Javier Cabrera, cinco acuarelas y óleos de Alma Castillo, seis dibujos de José Parrilla y otras tantas esculturas de madera, alambre y corcho de Gerardo Pintado. En realidad no fue en sentido estricto una colectiva, ya que los cinco participantes mostraron individualmente su obra relevándose cada seis días.
Sí lo fue la siguiente exposición del grupo, la más llamativa tanto por el número de participantes como por el escándalo y discusiones a que dio lugar, exactamente la celebrada el 2 de agosto de 1953 en los cercos de la Pérgola y Fuente del Cisne en los jardines del Campo Grande. Con el título de “10ª Exposición Pascual Letreros”, reunió un total de 150 pinturas y escultura de Raúl Javier Cabrera, Alma Castillo, Publio Wifrido Otero, Lilián, Lorenzo Frechilla, Gerardo Pintado, Primitivo Cano y Teodoro Calderón. Con motivo de la misma, se editó un pequeño catálogo en cuya portada, a manera de orla se podía leer una frase un tanto ampulosa del propio Parrilla: “Hay una línea que puede ponernos en comunicación con el universo. El descubrimiento de esa línea puede darnos la clave de un arte universal”.


Aquella exposición de la Pérgola en la Fuente del Cisne, en la que los cuadros colgaban de la tela metálica de las “cercas” causó uno de los mayores revuelos que la ciudad había conocido pues el público vallisoletano no salía de su asombro ante aquellas pinturas y esculturas de figuración ingenua y geometrizada, cuando no claramente abstractas, que apenas sugerían figuras esquemáticas y sintéticas expresiones. Las reacciones de los que la visitaron fueron desde las mayores burlas y comentarios jocosos a la indignación por lo que se pensaba era una provocación de los miembros del grupo, llegó a tener tal revuelo la exposición que hubo de intervenir hasta la guardia civil para defenderles de las iras del público.
Muy expresivas de la generalizada incomprensión que suscitaba la radicalidad y pintoresquismo de las exposiciones del grupo, y en especial esta última del Campo Grande, fueron las declaraciones que realizó José Parrilla en una entrevista de la prensa local, en las que comentaba que su intención era irse de Valladolid y trasladar las actividades del grupo a Barcelona. Los siguientes meses, también en el salón del Palacio de Santa Cruz, se siguieron sucediendo diversas exposiciones de miembros del grupo, como la individual de pintura y escultura de Gerardo Pintado, celebrada del 21 al 28 de junio de 1953, o la conjunta de Alma del Castillo y Raúl Javier Cabrera, entre el 30 de julio y el 3 de agosto de ese mismo año.
En la entrevista que le hacía un periodista de El Norte de Castilla, Gerardo Pintado se refería a sus obras como composiciones no figurativas, pinturas al temple que, al igual que sus esculturas en madera, piedra o cemento, respondían a un arte nuevo. A la pregunta de si conocía las tendencias artísticas que se deban en el extranjero, respondía que se mantenía atento a todo lo que se realizaba: “Somos un grupo al que de cualquier modo llegan noticias de lo que nos interesa” y por ello “se entera de la evolución del arte nuevo”.
Poco después tomaba el relevo la exposición conjunta de Alma Castillo y Raúl Javier Cabrera, los dos artista que habían contribuido a transmitir a los componentes del grupo vallisoletano las ideas del uruguayo Joaquín Torres García y su esencialismo formal ideográfico, casi abstracto. Finalizando el recorrido por las exposiciones del grupo “Pascual Letreros”, en Valladolid, hay que señalar que casi nada se conoce sobre la última, supuestamente celebrada en 1954, muestra de la que sólo se tienen vagas e inconcretas referencias.
Lo único cierto es que para entonces la apariencia bohemia e indumentaria de abandono estrafalario de José Parrilla y otros miembros del grupo, así como la provocación que causaban con la exposición de sus obras habrían indignado las sensibilidades de los sectores más tradicionales y reaccionarios de la sociedad vallisoletana de entonces, hasta el punto, como se ha dicho antes, de producirse varios altercados con la presencia incluso de las fuerzas del orden.
Ante esta situación y dado pues lo enrarecido del ambiente, Parrilla y otros miembros del grupo deciden dar por finalizada la aventura vanguardista en el escenario vallisoletano y se trasladan primero a Madrid y poco después de Barcelona, donde continuaron sus actividades y confirmaron su pensamiento filosófico existencialista. Pascual Letreros editó por entonces en multicopista un boletín quincenal dirigido por Parrilla y compuesto de unas pocas páginas mecanografiadas, cuyos ejemplares se distribuyeron entre los pocos interesados en el asunto. En él, al lado de textos taoístas y poemas de los indios americanos, aparecían escritos poéticos y surrealistas de Primitivo Cano y absurdos poemas de Parrilla, de clara raíz automática. La ilusión del grupo era entonces editarlo semanalmente, reproduciendo en sus páginas las pinturas y esculturas de los miembros expositores.


En mayo de 1956 el grupo celebraba una exposición en las Galerías Jardín, de Barcelona, muestra que hacía el número 15 de las presentadas en España y con la que se daba a conocer en la ciudad condal. En ella figuraron obras de Raúl Javier Cabrera, Alma Castillo, Gerardo González Pintado, Primitivo Cano, Publio Wifrido Otero, Lorenzo Frechilla, Manolo García, Lilián (Adeline Struel).
Con tal motivo se publicaron en la prensa reseñas de la exposición y alguna que otra entrevista con el jefe del grupo, en la que tras explicar, como era habitual, de manera un tanto confusa lo que pretendía “la escuela de arte virginal” por él creada –el “Esterismo”– arremetía contra el arte moderno, los museos, bibliotecas y orientaciones estéticas, defendiendo una vez más “un arte popular, anónimo y colectivo”. Según puede leerse en esas declaraciones, y ante la pregunta sobre cuáles eran las pretensiones de los integrantes de Pascual Letreros, contestaba José Parrilla: “Los esteristas pretenden que el artista nada ha de deber a la cultura, a refinamientos; que nada necesita de fuera, para dar lo propio. Y exigen que sea hombre antes que artista, antes que nada hombre dispuesto a llorar o reír, que salte, que ande, que piense, que olvide, que sospeche, que tenga miedo. Porque más les importa el hombre que el artista”. Y abundando en esa misma dirección, en otro lugar del Boletín, Parrilla y sus compañeros develaban cuál debía ser a su entender la misión del artista: “La creación no es una profesión sino una función; toda creación que signifique un problema no es tal; ismos, estética, ideas de belleza o de lo que quieran, sólo tiene lugar cuando el hombre se desenvuelve –o mejor se envuelve– queriendo alcanzar algo, cuando está buscando y en su busca lleva ya la imagen de lo que quiere encontrar. Así, los pretendidos grandes poetas, artistas, científicos, etc., lejos de creadores son más bien simuladores, impostores o mistificadores de la verdad. Tomo hombre es potencialmente creador, porque lo ha sido; hay que realizar esas potencias, actualizarlas. Pero Pascual Letreros no brinda ninguna receta para escritores o artistas, ni propone receta para escritores o artistas, ni propone un nuevo modelo de universo. Si queremos estar en la verdad –concluye–. No cabe plantearse más problemas a resolver ni entregarse a la solución de problemas ociosos y estúpidos, que ese entregarse al sueño… Para saber realmente, hay que volver al principio, al origen, y es necesario saber en qué nos andamos, qué padecemos, o nos padece. No cabe estar en nada”.
Clausurada la exposición, el grupo que desarrolló su labor en un pequeño cuarto de una azotea que les servía de taller, en el número 104 de la calle del Carmen, continuó realizando durante algún tiempo sus cada vez más polémicas e insólitas actividades igualmente, orientadas tanto al ámbito literario-filosófico como propiamente artístico. Entre otros eventos, armó gran revuelto un extravagante recital representado el 14 de julio de 1958 en el pequeño Teatro Candilejas en la Rambla Cataluña, de Barcelona, “acto esterista” en el que bajo la dirección de José Parrilla algunos nuevos miembros recién incorporados al grupo, –entre otros Marta Navarro y Fernande Dalézio–, con sus cabezas totalmente rapadas al cero, leyeron Poemas de Rimbaud y otros textos en francés, interminables lecturas acompañadas como fondo por la música de una flauta, en las que llegó un momento en que se perdió el hilo y el sentido del texto, ante la incomprensión, risas y los más dispares comentarios por parte del público asistente.
Por lo que se refiere a la existencia posterior del “Esterismo” y tras ese período en Barcelona, ciudad donde no llegó a echar raíces, el grupo comenzará una nueva etapa cuando Parrilla marchó a París.
Para concluir, me gustaría incluir una entrevista que realizó un periodista de La Vanguardia a José Parrilla, el 13 de julio de 1958, en la cual a modo de resumen puede quedar claro lo que es el esterismo (para él), y si no queda claro, tampoco os preocupéis, no todos somos tan "brillantes" como Parrilla, el cual termina la entrevista "desapareciendo sin hacer ruido…".



BIBLIOGRAFÍA
  • ORTEGA COCA, María Teresa; Lorenzo Frechilla, Diputación de Valladolid, Valladolid, 1989.
  • BRASAS EGIDO, José Carlos, "Un movimiento de vanguardia en el Valladolid de la posguerra: El Grupo “Pascual Letreros”, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid (B.R.A.C.), nº 43, 2008.
  • Asimismo las fotografías han sido obtenidas del artículo de Brasas Egido José Carlos, "Un movimiento de vanguardia en el Valladolid de la posguerra: El Grupo “Pascual Letreros”, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid (B.R.A.C.), nº 43, 2008.

2 comentarios:

  1. Amigo, aqui nos tienes en Paris. Esterismo : PAS MORT. Exposition retrospective 1944-2012, galerie Alexandre Cadain, 76 rue Quincampoix, 75003 Paris du 2 au 31 mai 2012. Fernande Dalézio

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  2. Muy buena la nota. Aviso que de las obras de Cabrerita que reproducen aquí como de su autoría, la del Cristo no pertenece a él, si no a Alfredo "Lucho" Maurente, un pescador de Uruguay. Sugiero consultar bibliografía actualizada "Otro Arte en Uruguay" de Pablo Thiago Rocca, Ed. Linardi y Risso, Montevideo, 2009.
    Saludos, Th. Rocca

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