domingo, 5 de mayo de 2013

EL MONUMENTO A MIGUEL DE CERVANTES: Historia de un continuo traslado


El descubrimiento en el año 1862 de la que había sido casa de Miguel de Cervantes desató una auténtica pasión por todo lo que tuviera relación con Cervantes; las causas de este furor fueron dos: los solemnes funerales y otras actividades celebradas con motivo del aniversario y que sirvieron para que de nuevo saliera a discusión en Valladolid la duda acerca de cuál de las casas del Rastro había albergado al escritor.
En abril de ese mismo año, en coincidencia con una serie de artículos que ensalzan la figura de Cervantes, se comenta que sería bueno acometer un homenaje público con un monumento. Es en esos meses cuando aparece por primera vez algo tangible. Se comenta que “parece cosa segura…” que el Ayuntamiento va a acometer la realización de una estatua de Cervantes. El lugar elegido sería el Campo Grande, “… donde son muy necesarias”, como en el Retiro y en la Plaza de Oriente de Madrid. El asunto fue olvidado, pero dos años después se retomó. Ante la presión de la prensa, el Ayuntamiento aprueba, por primera vez la realización de una escultura del escritor. Este acuerdo conllevaba el pago de ésta por suscripción popular. Se nombró, además, una comisión que debería llevar a buen fin el acuerdo. Estaba formada por el alcalde corregidor y los capitulares Carballo, López, Robledo, Alonso y Laza. Pero a pesar de las buenas intenciones y de las comisiones formadas, el asunto quedó congelado.

Casa de Cervantes retratada en 1874 por Laurent
Vista de la Casa de Cervantes a finales del siglo XIX
En 1863 se nombró una comisión y realizadas las oportunas investigaciones, se aprobó definitivamente por el Ayuntamiento en 1866 que dicha casa era la nº 14 y se decidió colocar en la fachada principal una lápida que a “propios y extraños hiciera detener el paso para que contemplaran la modesta casa que en vida ocupó uno de los escritores más grandes de la humanidad”. Esta lápida, modesta a juicio de todos los que la contemplaron, sería suficiente para satisfacer los deseos, expresados dos años antes a nivel de Corporación, de tributar un testimonio de respecto a la memoria de Cervantes junto con Colón y el Conde Ansúrez. Ya entonces había decidido colocar una lápida en memoria del escritor, obra realizada por el escultor Nicolás Fernández de la Oliva.

Lápida en honor a Miguel de Cervantes, situada en la casa en que vivió en Valladolid
Aquí se hubiera quedado el homenaje de Valladolid a Cervantes, si no hubiera sido por la iniciativa y el tesón de Mariano Pérez Mínguez, entusiasta cervantista que concibió la idea de erigir un monumento a Cervantes en la plazuela que como consecuencia de las grandes reformas llevadas a cabo por el Ayuntamiento en el Rastro, quedó en esta zona. La finalidad del monumento era “que recordara sólo que vivió en esta ciudad de Valladolid el Manco de Lepanto”.
En 1876 se pide permiso para la erección del monumento, que le fue concedido y el 22 de octubre se colocó la primera piedra “sin anuncios, sin las ceremonias de pompa acostumbradas, sin más testigos que Dios, que parecía serme propicio al mandarme los primeros rayos del sol de una plácida mañana de Otoño”. De manera inmediata se formula una petición para que se contribuya desde toda España para erigir el monumento. Ya en diciembre de ese año la prensa publica este intento, centrando la atención en los grandes de España, de quienes se buscaría su óbolo y su apoyo. Logró el promotor reunir 14.000 reales para realizar las primeras operaciones.
Casi de manera inmediata, Pérez Mínguez encarga a Pablo Berasategui, profesor de la Escuela de Bellas Artes en una de sus secciones de dibujo y adorno, que modelase cuatro bajorrelieves para colocarlos en el pedestal. Los asuntos que había escogido eran del Quijote “… y han de llamar la atención por su correcto dibujo y esmerado trabajo”. Los relieves, de 0,77 m. de alto por 1,10 de ancho, revisten mayor calidad que la escultura. Fueron fundidos en hierro por la factoría de Gabilondo y representan cuatro escenas bien conocidas del Quijote: La Aventura de los molinos de viento; la de los Leones; la Batalla de los cueros de vino y la Estancia de don Quijote en casa de los Duques. En la actualidad los relieves se conservan en la Casa de Cervantes.

Relieve de "La aventura de los molinos de viento"
Relieve de "La aventura de los leones"
Relieve de "La batalla de los cueros de vino"
Relieve de "La estancia de Don Quijote en casa de los Duques"
Por esas mismas fechas, Pérez Mínguez también encarga la realización de la estatua de Cervantes. El encargado de llevarla a cabo fue Nicolás Fernández de la Oliva, escultor madrileño y también profesor de la Escuela de Bellas Artes de Valladolid (el cual como hemos visto también fue el encargado de realizar la lápida en honor del escritor). Este modeló la figura siguiendo de cerca, “con insistencia, pero sin ventaja” dice Pardo Canalís, el Cervantes de Antonio Solá en la madrileña Plaza de las Cortes. La escultura fue realizada en fundición, debido al escaso presupuesto existente, material que no permite tantos matices como, por ejemplo, el bronce. La fundición fue realizada en los Talleres de la Fundación del Canal, propiedad de D. Cándido Aldea.

Monumento a Cervantes en Madrid
La estatua representa al escritor de pie, en traje de época, teniendo una pluma en la mano derecha que apoya sobre una pequeña columna donde está también colocada la capa; en la mano izquierda muestra un libro. Todas las opiniones dadas por contemporáneos y posteriormente sobre la obra, coinciden en considerarla sencilla, modesta, sin pretensiones ni mérito artístico, pero valiosa por ser el primer monumento público con que contó Valladolid; Ortega y Rubio es quizá el más duro en su crítica “da grima contemplar aquel Cervantes que parece reñir con la literatura y la milicia, la figura del preclaro varón se halla mal modelada y los paños están mal plegados”.

En los primeros meses de 1877 se estaba colocado el pedestal, el cual formaba parte de la base de la fuente de la Rinconada y ya había sido solicitada por Pérez Mínguez con anterioridad junto al permiso, ocupándose de la colocación el arquitecto municipal Joaquín Ruiz Sierra. El pedestal consistía en un módulo elevado de dos cuerpos separados por hiladas de molduras, provisto el superior de nichos en sus cuatro caras con bustos en el interior. Agapito y Revilla expone que sin ser una obra de arte resultó bien “mucho más que si se hubiera prescindido de aquellos bustos dentro de los nichos y si las hiladas de molduras se hubieran estudiado algo”.

Inauguración del Monumento a Cervantes en 1877
A finales de marzo de ese mismo año el Ayuntamiento pasó a la Academia de Bellas Artes una comunicación con el fin de que se examinara el proyecto de monumento para prestar, en caso afirmativo, la cooperación necesaria. Esta petición que iba a asegurar la necesaria ayuda para completar el monumento provocó, sorprendentemente, innumerables problemas. El 27 de abril, El Norte de Castilla anuncia que “sin motivo y sin saber por qué, se ha extendido la idea antipatriótica de que se ha de derribar el pedestal que sostendrá la estatua de Cervantes”. Algunos comentarios en este sentido debía haber recogido el gacetillero cuando, con fecha de 1 de mayo, la Real Academia de Bellas Artes emite un informe en que pone de manifiesto que la piedra adoptada no era del tipo a utilizar en estos monumentos, además de que “… sus perfiles y formas no correspondían a un pedestal destinado a perpetuar la gloria de una de las primeras celebridades españolas”.
Por su parte, la Comisión de Obras planteó días después que el lugar elegido donde se estaba levantando el monumento no era el más adecuado, ya que impedía la prolongación de la calle de Mendizábal –que seguía en proyecto y en proyecto se quedó– además de impedir la venta de terrenos que podrían alcanzar un cierto valor. En medio de esta confusión llegó el modelo de la escultura desde Madrid los primeros días de junio. Había sido encargada hacía cuatro meses y se expuso en la casa de Cervantes, sede de la Sociedad Literaria que dirigía Pérez y Mínguez. La escultura, una vez inaugurada, es cedida al Ayuntamiento de la ciudad para que “la conserve y mejore”. Corría el mes de octubre de 1877.

No descansó la estatua en su emplazamiento. La Comisión de Obras trata de trasladarla a otro sitio, mientras que la Sociedad Literaria “La Casa de Cervantes” quería que se quedara en el mismo lugar. Una primera decisión del Consistorio se decantaba por no moverla de aquel lugar, pero inmediatamente, bajo la presión de la Comisión de Hacienda, se decidió trasladarla. Pero aún transcurrirían muchos años antes de que esto ocurriera. Fue entonces cuando se toma en cuenta el informe de la Academia sobre el pedestal existente y se decide construir otro. Antes de que se inicie dicho expediente, se considera una proposición, hecha por el Sr. Manso, y que consistía en ceder el pedestal que se había construido en la Plaza Mayor para la estatua del Conde Ansúrez. En enero de 1879 se acepta aunque se desecha inmediatamente siendo sustituida por la decisión de realizar uno nuevo. Es curioso señalar el hecho de que, según García-Valladolid, el mismo Fernández de la Oliva fue el que proyectó y comenzó a ejecutar el monumento destinado a perpetuar la memoria del Conde Ansúrez, cuyas obras “se paralizaron con la Revolución de septiembre”. De haber seguido adelante la cesión de dicho pedestal, la casualidad habría hecho salir de la misma mano el conjunto de toda la obra.
En octubre de 1879 se comunica que en breve se anunciará la subasta de las obras precisas para la construcción de un nuevo pedestal para la escultura, “… puesto que el que hoy la sustenta ha de derribarse por las obras del Rastro”. Una semana después se aprobaba el proyecto de manera definitiva. A mediados de noviembre se especula que se iban a iniciar las obras de manera inmediata. Estas, tras la anunciada subasta, recayeron en Jacinto Peña. El 25 de enero de 1880 se comunica, a través de la prensa, que la estatua de Cervantes ya había sido retirada, “… ha descendido ya de su pedestal. Celebraremos que le den pronto nueva y digna instalación”. Los bustos desaparecieron y los relieves, fueron retirados, conservándose hoy día en la Casa de Cervantes, como ya se dijo.

De manera inmediata se comenzó la construcción de un nuevo pedestal. Al parecer, el comienzo del mismo fue esperanzador en cuanto al ritmo impuesto, aunque esta fue una apreciación inicial. “Tan despacito va el levantamiento del pedestal (…) que nos parece que el emblema del inmortal Ingenio va a ascender a su nuevo asiento con la marcha magestuosa (sic) y lenta y reposada de los grandes personajes”. El proceso se ralentizó pues, aunque se especulaba con la posibilidad de concluirlo en la primera quincena de junio. Esto no fue así. El basamento en la que se apoyaría, así como los cimientos, se concluyeron en ese plazo, pero el pedestal fue una cosa muy distinta y ya se decía que iba a tardar más “… que el original en volver de la cautividad”.
La prensa afiló sus lápices. Se hace mención a una noticia aparecida en la prensa madrileña “… se trata de sacar en procesión cívica la estatua de Cervantes en Valladolid. (…) Ignoramos si de tal procesión se trata; quizá se piense en sacarla donde ha meses se encuentra arrinconada, y llevarla en rogativa a pedir a quien pueda abreviar el remate de su pedestal que lo haga siquiera para cuando se termine el mercado del Val, con el objeto de que este centro y aquel monumento se inauguren el mismo día”. Lenta pero inexorablemente el pedestal fue concluyéndose. En septiembre estaba lo suficientemente avanzado como para que la prensa pudiera dar su opinión, y esta fue de desagrado y tan sólo se salvaban algunos detalles. El pedestal se concluyó en noviembre de 1880, y la opinión sobre el mismo no varió.

Ya en 1881, el Ayuntamiento aprobó la liquidación de las obra formada por el arquitecto municipal, lo que indica la finalización total y definitiva del pedestal. Este nuevo pedestal consistía en un alto basamento pétreo de forma prismática con baquetoncillos en las aristas y hojas de agua en base y remate. Su cara principal ostenta una lápida de mármol con la siguiente dedicatoria: “Valladolid a Miguel de Cervantes, vecino de honor de esta capital”. La pobreza del monumento hacía que su visión dejara fría a la población. En un intento de mejorar el marco, se aprobó en agosto de 1881 la realización de una pequeña escalinata para dar un acceso más monumental a la estatua.
Pero aquí no acabarían los traslados del monumento. En 1882 se hace mención a que su traslado sería inevitable, ya que casi tocaba con los balcones de la nueva calle de Miguel Iscar. Esta sería la tercera variación del proyecto original. Pero se dio la callada por respuesta. No obstante, dos años después se vuelve a tocar el tema. El Diario de la Montaña hace un ruego a la sociedad “Casa de Cervantes” para que procure, junto al municipio, trasladar a un sitio más digno la escultura. “Por las edificaciones hechas y que se harán, el monumento queda empotrado”. Aunque se propone que su nueva ubicación sea una de las entradas al Campo Grande, la idea de trasladarla a la plazuela de Santa María, actual plaza de la Universidad, estaba ya muy consolidada. En noviembre de ese mismo año se hace mención a este hecho. “Se les ocurre a algunos pedir se traslade la estatua que con el tiempo será un estorbo de Miguel Iscar a la plazuela de Santa María…”. Será a finales de 1886, con toda la opinión pública a favor, cuando el Ayuntamiento acepte el traslado del monumento a la plazuela de Santa María.

El Monumento a Cervantes en la Plaza de la Universidad por los años centrales del siglo XX
Tardará todavía algunos años en llevarse a cabo pero finalmente, como señala Agapito y Revilla “previo acuerdo de 21 de enero de 1889, se hicieron por administración las obras de traslado, y en la plaza de la Universidad, rodeada de frondosos jardines que en épocas la ocultan, está la estatua de Cervantes, la modestísima estatua que ni pudo vaciarse de bronce, sobre un pedestal que ni es corintio, ni tiene “forma de columna cuadrangular achaflanada” como han dicho algunos escritores”.
En los primeros días de febrero se concluyeron los trabajos de jardinería, comenzándose de manera inmediata las obras de cimentación, que se concluyeron rápidamente debido, en parte, a las características del terreno. A comienzos de marzo se comenzó a desmontar el monumento de la calle de Miguel Iscar. Se tomaron las medidas precisas, numerando las piezas para su traslado, algo que estaba prácticamente realizado a finales del mes de marzo. En medio de esta serie de operaciones se comenta la existencia de un proyecto de decoración del pedestal, que finalmente no se llevaría a realizar: “Sin duda se pretende adornar los cuadros del pedestal que ha de sostener la estatua de Cervantes con altos relieves, y según nos dicen, en uno de ellos figurará el busto de Colón…”.
El día 4 de abril se subía la escultura al pedestal, finalizándose la operación dándole una capa de pintura de color acero para ocultar los defectos “… una figura que no podemos ofrecer como modelo en razón al poco coste de la misma”.

El Monumento a Cervantes en la actualidad

BIBLIOGRAFÍA
  • CANO DE GARDOQUI, José Luis: Escultura pública en la ciudad de Valladolid, Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2000.
  • ORTEGA DEL RÍO, José Miguel: Noticias artísticas de la prensa vallisoletana del XIX, Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 2000.
  • VIRGILI BLANQUET, María Antonia: Desarrollo urbanístico y arquitectónico de Valladolid (1851-1936), Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 1979.

1 comentario:

  1. Muy interesante la historia que nos cuentas sobre ese monumento, sí señor. Muchas gracias por darnos a conocer tantos detalles.
    Juan Manuel Macho

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