viernes, 27 de junio de 2014

LA CAPILLA DEL RELICARIO DE LA COLEGIATA DE VILLAGARCÍA DE CAMPOS III: Otras obras de arte


Además de los tres retablos que ya hemos comentado, el mayor y los laterales, la capilla del relicario se compone de otros elementos interesantes, como son un retablillo con bustos de santas, estatuas a tamaño real de otros santos bajo de las cuales se encuentran arquetas con sus reliquias, etc… analicémoslas una a una.

RETABLILLO DE MUJERES SANTAS
El retablillo de mujeres santas es obra, en su parte arquitectónica del ensamblador riosecano Juan Fernández, cuya obra maestra es posiblemente el retablo mayor de la Clerecía de Salamanca, casualmente también un establecimiento jesuítico. El retablo es muy sencillo, pues es una simple cuadrícula en la cual se contienen doce medios cuerpos de santas, realizadas en 1695 por Tomás de Sierra, por cada uno de los cuales cobró 200 reales. Todas estas esculturas fueron finamente policromadas por Jerónimo de Cobos, “a quien se pagaron por el dorado, estofado y encarnado de los doce medios cuerpos mil veintiocho reales”.

El retablo anteriormente ocupaba el hueco de la ventana que estaba sobre la puerta que salía al claustro. Las santas, que aparecen efigiadas con sus atributos, son las siguientes: Santa Ana, Santa Anastasia, Santa Apolonia, Santa Bárbara, Santa Catalina de Siena, Santa Catalina de Alejandría, Santa Cecilia, Santa Clara, Santa Elena, Santa Margarita de Antioquía, Santa Mónica y Santa Teresa de Jesús. Todas figuran actualmente en el tablero, menos Santa Anastasia, sustituida por Santa Lucía.

ESTATUAS DE SAN MARCOS SAN VICENTE, SAN EUTIMIO
En la capilla hay otras tres estatuas grandes realizadas por Tomás de Sierra: las de San Marcos, San Vicente y San Eutimio. Se las encargaron el año 1692, y por estas tres esculturas de Santos mártires con corona, palma, ojos de cristal y dos ángeles cada uno, le pagaron 1.250 reales.
El mismo día que se depositaron los restos mortales de Doña Inés de Salazar en el Relicario –3 de noviembre de 1668– se colocó también la urna del cuerpo de San Marcos, dorada por Felipe Gutiérrez, a quien se pagaron 621 reales; y además “se dieron al oficial del dorador y al muchacho 32 reales para zapatos por lo bien que trabajaron”. Al año siguiente, 1669, encargaron a Alonso de Rozas una estatua de este mártir para ponerla sobre la urna que le sirve de peana; pero no se sabe por qué, Alonso de Rozas no la pudo llevar a cabo; y fue Tomás de Sierra quien se encargó de hacerla en 1692, junto con las de los otros dos mártires, San Vicente y San Eutimio.

Enfrente de San Marcos, y haciendo juego con él, está San Vicente, mártir; también soldado y vestido de militar de un modo parecido a San Marcos. Lleva una espada ceñida al cinto. Murió alanceado; la herida de la lanza entrando por el pecho le atraviesa el cuerpo de parte a parte. Está reproducida con todo realismo la escena del martirio. San Eutimio aparece arrodillado presentando su cuello al verdugo, quien descarga un golpe de espada, abriéndole una herida profunda de la que salta sangre, que corre por sus vestiduras y por las manos que tiene juntas en actitud orante.

Al mismo tiempo hacía el ensamblador Juan Fernández las urnas en que están colocados los cuerpos de estos tres Santos mártires con sus cornucopias, tablejas, marcos y herrajes. El coste fue de 1.500 reales. Sobre estas peanas están colocadas las respectivas estatuas de los mártires: la de San Marcos al lado del evangelio; la de San Vicente al lado de la epístola y la de San Eutimio junto a la reja. Alonso Gutiérrez, vallisoletano, se encargó de la pintura y estofado de las esculturas.

BUSTO DE SAN IGNACIO DE LOYOLA
No se sabe si formaba parte de la disposición original de la capilla. Posiblemente sea el realizado en 1671 por el escultor vallisoletano José Mayo. En el museo existe otro busto de San Basilio, que hace juego con él. En las fotografías antiguas se ven estos dos bustos colocados en la cornisa frontal de la sacristía principal. De la misma factura es el busto de Santa Clara, con la custodia del Santísimo Sacramento en las manos.


RETRATO DE DOÑA INÉS DE SALAZAR
Retrato sobre lienzo, realizado en 1737 por el pintor vallisoletano Ignacio de Prado, de Doña Inés de Salazar. La fundadora aparece en actitud orante. Lleva la inscripción: “La Yllma Sra Dª Ygnes de Salazar y Mendoza, muger de Dn Juan Qvixada Docampo Sres que fueron de esta Villa y otras Fundadora desta Capilla, Murió a 24 de noviembre de 1636”. 164 X 124 cm.
1737. “210 reales de un retrato que se hizo en Valladolid por Ignacio de Prado, pintor, de la señora doña Inés, fundadora del Sagrario, que se puso en él”…


LOS DEPOSORIOS MÍSTICOS DE SANTA CATALINA
Pintura que copia los Desposorios de Corregio, de principios del siglo XVII (129 x 198 cm.).

Anteriormente hubo en la capilla otros dos altares en la antecapilla, detrás de la reja, además de cinco bustos de santos mártires. En la actualidad todo ello se encuentra en el museo.

BUSTOS DE SAN MAURICIO Y LA LEGIÓN TEBANA
Aunque ahora ya no se encuentran en la capilla, sobre la reja central de la Capilla del Relicario se situaban cinco bustos de soldados que representaban a San Mauricio, Capitán de la legión tebana, y a cuatro soldados de la misma. Aparecen ataviados con su armadura guerrera. En 1706 Tomás de Sierra las arregló, y compuso los desperfectos que tenían; pues estaban ya de antiguo en esta Capilla. Recibió por este arreglo 120 reales. Y Manuel Martínez de Estrada, maestro dorador vallisoletano, por estofarlos y encarnarlos cobró 150 reales. En la actualidad se hallan en las vitrinas del museo de la Colegiata.


ALTAR DE LOS SANTOS DE LA COMPAÑÍA
Se trata de un retablo barroco muy esbelto, que anteriormente se encontraba situado en la dicha capilla, a mano izquierda. Tiene dos pares de columnas piramidales, que son pirámides invertidas, de base cuadrangular, que sirve a veces de repisa. El autor de la obra fue el arquitecto y ensamblador Carlos Carnicero, el cual realizó el retablo “según el dibujo y condiciones que están en poder de Tomás de Sierra”. Lo entregó en 1698 y recibió a cambio 1.100 reales por su trabajo.
El encargado de la parte escultórica fue el omnipresente Tomás de Sierra. Ejecutó las imágenes de los cinco primeros santos canonizados de la Compañía de Jesús. Por dicha obra, realizada en 1699, se le pagaron 16.000 reales. Las imágenes debía de darlas puestas en blanco y con ojos de cristal. Al año siguiente, 1700, se pagaron a Jerónimo de Cobos 1.451 reales por dorar y estofar el retablo y las estatuas.
Se llama altar de los Santos de la Compañía, porque en él figuran exclusivamente los cinco primeros Santos jesuitas, elevados al honor de los altares en el primer siglo de existencia de la Compañía de Jesús. Preside San Ignacio de Loyola, el Fundador, representado en una estatua mayor que las demás; a sus lados están San Francisco Javier y San Francisco de Borja; y en la parte superior los dos jóvenes, San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka.


ALTAR DE LA VIRGEN DE GUADALUPE
BIBLIOGRAFÍA
  • PÉREZ PICÓN, Conrado: Villagarcía de Campos: estudio histórico-artístico, Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1982.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca castellana, Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1959.
  • PARRADO DEL OLMO, Jesús María: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XVI. Antiguo partido judicial de Medina de Rioseco, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2002.

sábado, 21 de junio de 2014

LOS RETABLOS DEL CONVENTO DE SANTA CLARA DE VILLAFRECHÓS: Un árbol genealógico franciscano


Aunque la casa franciscana de Villafrechós inicia su andadura en 1406, con la donación generosa de la señora de la villa, Urraca de Guzmán, la certera noticia de dos importantes incendios que, en 1515 y 1704, arrasaron el convento, esta es la razón de la principal escasez de bienes muebles conservados en la casa. Ambas catástrofes aparecen distanciadas en el tiempo, pero los datos documentales vienen a confirmar la desaparición de elementos del mobiliario litúrgico y de los objetos de devoción que caracterizarían a una fundación de notable antigüedad en el panorama monástico vallisoletano.
El convento de Santa Clara es un edificio gótico del XVI, construido en tapial y ladrillo. La iglesia consta de una sola nave de un tramo, que sólo dibuja un brazo del crucero. Va cubierta con crucería estrellada de combados en la capilla mayor, y de nervios rectos en el cuerpo de la iglesia. La plementería es de ladrillo. Se accede a la capilla mayor por arco triunfal apuntado apoyado en pilastras cajeadas con decoración de dentellones, con una hornacina alta con venera en cada una de aquéllas. Presenta escudos de los Duques de Osuna. Tiene decoraciones de medallones de buena calidad, de un seguidor de los Corral de Villalpando, en los muros de la capilla mayor y en los del tramo de la nave. Todo el interior fue pintado en 1973, como indican algunas inscripciones de los muros. A los pies, se encuentra el coro bajo, al que se accede por arco guardado por buena reja del siglo XVI. En la embocadura del arco, zócalo con decoraciones de azulejos del siglo XVI. La puerta se halla en el lado del Evangelio y se organiza por pequeño arco carpanel. La torre, de tres cuerpos, se construyó en ladrillo, con los dos superiores abiertos en arco de medio punto. Remata en chapitel. Los edificios conventuales se organizan en torno a un sencillo patio.

Vista exterior del convento
Vista exterior de la iglesia, en la que se aprecia claramente la pequeña nave de gran altura
La iglesia aparece amueblada con un conjunto uniforme de retablos dieciochescos que habrían de sustituir a los anteriores, destruidos en el incendio de 1704. No obstante las crónicas aseguran que de esta circunstancia se salvaron coro, iglesia y sacristía, por lo que bien el alhaja miento de la etapa inicial era escaso o las circunstancias favorecieron una renovación integral en unos conjuntos que se juzgarían pasados de moda. Respecto a los actuales retablos, se han señalado en otras ocasiones su uniformidad estilística y su clara vinculación con un avanzado barroco, diferenciando el mayor de los laterales, más evolucionados en el tiempo y expresión de una sensibilidad artística muy lejana de los rigores fundacionales franciscanos.

Los cinco retablos de la iglesia presentan un gran árbol genealógico de la Orden Franciscana. En pocas ocasiones se podrá hallar en menos espacio un número más grande de santos de una misma Orden. Además están representadas devociones de carácter más general como la Inmaculada y San José con el Niño o de la tradicional representación de Santo Domingo, aludiendo al hermanamiento entre las dos órdenes que nunca falta en los conventos franciscanos, la exaltación de la familia seráfica convierte a la iglesia en un catálogo de su santoral. Santos y santas de la orden se exhiben en las hornacinas como ejemplo de conducta y como lección plástica y visual, entre emblemas, cabezas de querubines, medallones y rocallas.

RETABLO MAYOR
La escasa documentación del monasterio permite fechar la obra del retablo mayor entre 1723 y 1733, con un coste de 15.008 reales. Se trata de una máquina de considerables dimensiones y extraordinaria monumentalidad, seguramente la obra de algún maestro ensamblador riosecano, al igual que las esculturas que lo componen. Destaca por su sensación de verticalidad, con tres calles, banco, cuerpo central y ático cubiertos por entero de profusa ornamentación vegetal crespa a trépano. El retablo tiene similitudes con los creados por la familia de los Correas. El retablo mayor no se iba a policromar hasta 1764, como señala una inscripción en el mismo, cuando se está completando la ornamentación del templo.

En el banco destaca la Virgen de los Ángeles, obra de hacia 1500 repolicromada en el siglo XVIII, atribuida a Alejo de Vahía, y que procederá de un antiguo retablo. El Niño está desnudo y se sienta en su rodilla izquierda. Ambas figuras tienen una composición elegante y estilizada. Se completa con dos ángeles en actitud de coronar la cabeza de la Virgen. También en el banco encontramos una buena escultura de Santa Teresa, del siglo XVII, que sigue los modos de hacer de Gregorio Fernández.

Virgen de los Ángeles
Santa Teresa
En el cuerpo se encuentran los cuatro pilares ideológicos del franciscanismo, esculturas contemporáneas a la ejecución del retablo: en las calles laterales San Buenaventura y San Antonio de Padua; en la calle central, Santa Clara y San Francisco. En el ático encontramos un Crucificado gótico, de los de tipología de anatomía naturalista, propia del primer tercio del siglo XIV, pero algunos detalles como las manos ligeramente curvadas en torno a los clavos llevan a Ara Gil y considerar la posibilidad de que sea de mediados del siglo XIV. Tiene corona y el cabello cae hacia la espalda. El rostro es apacible con los ojos cerrados. El perizonium forma duros pliegues trapezoidales. Los pies se cruzan en rotación externa. Se piensa que pueda procede der de la iglesia de San Martín de Zalengas.

San Antonio de Padua
San Buenaventura
San Francisco de Asís
Santa Clara
Crucificado gótico
RETABLOS DE LA NAVE
Encontramos cuatro retablos, dos en el lado del Evangelio y otros dos en el de la Epístola. Todos ellos son idénticos dos a dos. No sabemos a cuál de los dos tipos de retablos hará referencia la escritura que en el año 1765 firmaba el ensamblador y tallista riosecano Sebastián de la Iglesia, actuando como fiador Manuel Recamán Llanos, ambos “de la facultad de la madera”. En la escritura se concertaban en que realizarían dos retablos colaterales “de la propia forma y con la misma arquitectura, altura y diseño que lo están otros dos retablos o colaterales que se pusieron en dicha iglesia el año próximo pasado…” como para hacer “quattro santtos, para cada uno de dichos dos retablos”.

LADO DEL EVANGELIO
Retablo rococó del tercer cuarto del siglo XVIII, con banco, un cuerpo organizado por cuatro columnas decoradas con rocallas y ático semicircular, con esculturas de San Juan Capistrano, San Antonio de Padua (muy bien policromado), San Juan de la Marca y Santa Rosa de Viterbo en el ático, todas del mismo momento. Encima de las hornacinas laterales, hay dos bustos de la Virgen y Jesús dentro de medallones con decoraciones de rocallas.

San Juan Capistrano
San Antonio de Padua
San Jacobo de la Marca
Santa Rosa de Viterbo
Medallón de Jesús
Medallón de la Virgen
El otro retablo, también rococó, y del tercer cuarto del siglo XVIII, posee un esquema arquitectónico mixtilíneo, con un cuerpo y ático. Contiene las esculturas de San Ramón Nonato, San José, San Luis Obispo y ¿Santa Inés de Asís o Santa Catalina de Bolonia?

¿San Ramón Nonato?

San José con el Niño
San Luis Obispo
¿Santa Inés de Asís o Santa Catalina de Bolonia?

LADO DE LA EPÍSTOLA
Retablo barroco del tercer cuarto del siglo XVIII, de traza similar al frontero, con esculturas de San Francisco Solano, Santo Domingo y San Benito de Palermo. En el ático, escultura de Santa Isabel de Hungría.


San Francisco Solano
Santo Domingo de Guzmán
San Benito de Palermo
Santa Isabel de Hungría
Retablo rococó del tercer cuarto del siglo XVIII, de traza similar al catalogado en el lado del Evangelio, con esculturas de la Inmaculada, San Fernando, Santa Coleta y Santa Catalina de Bolonia, de la misma época del retablo.

San Fernando
Inmaculada Concepción
Santa Coleta
Santa Catalina de Bolonia

SILLERÍA
Aunque ya no entra dentro del propósito de este post, no quería terminarlo sin hablar brevemente sobre su curiosa sillería. A los pies del templo y tras la reja, el interés de la sillería coral ha supuesto una verdadera sorpresa en el panorama castellano de este género de mobiliario. A pesar de los incendios, la sillería se conservó y hasta el presente ha pasado desapercibida en el silencio de la clausura, datada en la época a la que corresponde la última intervención.
A finales del siglo XVIII varió el aspecto de la misma con policromías de imitación de jaspes y adornos de rocallas en los remates, lo que ha provocado que siempre se haya considerado a la sillería como obra rococó. Una revisión más concienzuda, por debajo de los repintes y añadidos de épocas posteriores, muestra con claridad un auténtico conjunto contemporáneo de la fundación monástica, en los primeros años del siglo XV, siguiendo modelos arquitectónicos de un depurado gótico civil traspuestos a la ebanistería.

La arquitectura se desarrolla en planta en este ámbito, convertido en una prolongación acotada de la nave del templo. El acceso al mismo desde el claustro conventual, se realiza a través de un vano rematado en un arco túmido fabricado en ladrillo y de clara tradición mudéjar, posiblemente correspondiente a la construcción del palacio preexistente sobre el que fundó la comunidad Urraca de Guzmán en 1406. El conjunto está compuesto de 34 sillas a la que hay que añadir la abacial, de doble anchura y dispuesta en el centro de la tradicional colocación en forma de U, para distinguir la dignidad de la prelada. La simplicidad con la que se concibe el diseño de las sillas corresponde con la autoridad reclamada por la doctrina franciscana, a la vez que se encaja con una sencillez formal en boga que se detecta en otras facetas de la creación artística. El único ornamento se reduce a los elementos arquitectónicos que realizan las funciones correspondientes a esta idea original de convertir al coro en un reservado templo dentro del templo.
Cada silla se estructura con un concepto de extremada simplicidad, evitando cualquier intento ornamental figurativo que pudiera suponer enriquecimiento decorativo alguno. La parte inferior de la silla se articula entre dos pilastras de fuste fasciculado que rematan en un sencillo capitel compuesto por una moldura anular inferior y una prolongación de las facetas del fuste ensanchadas hacia arriba, para terminar en un cimacio en forma de sencillo paralelepípedo. Con este remate se evita la realización de un apoyamanos, un recurso que fue muy empleado en las diversas tipologías de sillerías de coro durante largos siglos. El asiento propiamente dicho es un sencillo tablero abatible en el que no se coloca misericordia alguna, de manera que también así se evita aumentar los espacios susceptibles de mostrar decoración en relieve.

BIBLIOGRAFÍA
  • PARRADO DEL OLMO, Jesús María: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Tomo XVI. Antiguo partido judicial de Medina de Rioseco, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2002.
  • VV.AA.: Clausuras: el patrimonio de los conventos de la provincia de Valladolid. 3, Medina de Rioseco – Mayorga de Campos – Tordesillas – Fuensaldaña y Villafrechós, Diputación de Valladolid, Valladolid, 2004.