domingo, 1 de junio de 2014

PINTORES VALLISOLETANOS OLVIDADOS: Antonio Maffei (1885-1961)


Antonio Maffei Carballo supone un caso similar al acaecido con Gabriel Osmundo Gómez: ambos son pintores nacidos en una Cuba aún española y que emigran, siendo aún jóvenes, a la metrópolis. Maffei nace el 17 de febrero de 1885 en La Habana. Sus padres fueron un farmacéutico militar y una dama cubana. Su regreso en 1887 a la Península, les libró de vivir el desastre bélico que se avecinaba. Los Maffei, de origen italiano, estaban ya instalados en España desde mediados del siglo XIX.
Antonio Maffei
El abuelo, Antonio Maffei Rosal, nació accidentalmente en Burdeos, fue pionero de la enseñanza del dibujo topográfico, disciplina muy relacionada con la evolución del paisaje como género, experto en la técnica de la miniatura, profesor de “extremos” en la Academia de San Fernando y, finalmente, pintor de cámara de Isabel II. Un hermano suyo, Francisco Maffei Rosal, fue discípulo de Genaro Pérez Villaamil.
La infancia de Antonio Maffei transcurrió entre numeras ciudades debido a los traslados del padre. Él mismo confesaba que su “niñez transcurrió en Pamplona, viendo montes y abundante arbolado. A los diez años en Madrid, cara al Guadarrama y la Casa de Campo; a los quince en Santander, a contemplar el mar, los prados, los bosques, las montañas…”. Fue en la capital navarra donde se inició en el mundo de la pintura de acuarela. 

Antonio Maffei con su madre
Antonio Maffei pintando
Antonio Maffei tocando el piano
Los siguientes años serán de mucho movimiento: en 1895 realiza los estudios de Bachillerato en Madrid, ciudad a la que se traslada a vivir en 1900. En 1904 reside en Vitoria y estudia pintura con Díaz Olano, para finalmente establecerse en 1905 en Madrid. En la capital de España estudia en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. A lo largo de los ocho años que vive en Madrid va descubriendo las complejidades de la pintura, la lucha por la conquista de las técnicas, la admiración y el influjo de los maestros directos –Muñoz Degrain, Emilio Sala, Carlos Haes, Moreno Carbonero, Cecilio Pla y el grabador Carlos Verger– y también de los otros, los intemporales habitantes del Prado, Velázquez sobre todos. Por estas mismas fechas pasó por la Academia Eduardo Martínez Vázquez, paisajista de Gredos, y es posible que hubiese entre ambos una relación de amistad apoyada en el común entusiasmo por aquella región. En estos años destaca por su gran habilidad e inspiración artística.

Antonio Maffei con un grupo de amigos de la Academia de San Fernando
Antonio Maffei en un fin de carrera en la Escuela de Comercio. A su lado se encuentra ¿Miguel Delibes?
Antonio Maffei recogiendo un premio en Vitoria en el Congreso Hispanoamericano de Taquigrafía
En 1914 gana la plaza de Profesor de Dibujo y Caligrafía en la Escuela Profesional de Comercio. En 1917 se traslada a vivir a Valladolid, ciudad en la que se establece definitivamente, donde desempeñará plaza de profesor de Dibujo en la Escuela Normal del Magisterio. Solamente saldrá de la ciudad esporádicamente para pintar las montañas de la Sierra Central, el Cantábrico o los cegadores cielos de Andalucía.
Las temporadas pasadas con un hermano suyo en Arenas de San Pedro le brindarán la ocasión de captar detenidamente las bellezas de la montaña y de enamorarse de una joven, veinte años menor, llamada Maximina.
La llegada a Castilla fue muy positiva para Maffei, ya que llegó a comentar en sus últimos años que “perdí el mar, pero gané la salud”. A pesar de ello, tardó en adaptarse visualmente a un paisaje tan distinto al de su infancia en el Norte. Y, quizá, no llegara nunca a sentir la grandeza de nuestros páramos desnudos como tema pictórico, a pesar de su admiración por García Lesmes, cuyo ascendiente reconoce, y de la profunda amistad con el médico Alberto Macías Picavea, asimismo pintor de limpias acuarelas sólo conocidas en su más íntimo círculo.

Arenas de San Pedro
Casas de Candelera
Catedral de Valladolid
El campo
El vergel
La formación de una familia y el deseo de disponer de un mínimo desahogo hizo que tuviera que pluriemplearse, y así sus jornadas de apretados encargos de profesorado especial, como el que desempeñó en Magisterio, y de clases particulares de las más variadas disciplinas que pudo cubrir gracias a su polifacetismo y su capacidad de trabajo.
Tuvo una verdadera vocación pedagógica y era capaz de ingeniar los recursos más diversos, sin ahorrarse ningún esfuerzo, para facilitar el aprendizaje de las materias. Así dibujaba en fichas para enseñar vocabulario de francés o de inglés, montaba un teatro de guiñol para enseñar pronunciación o  atraía con sombras chinescas la atención de los más pequeños. En este afán llegó a introducir mejoras en los sistemas de enseñanza de la taquigrafía de tanto alcance que le merecieron el nombramiento de Presidente de la Sociedad Castellano-Leonesa en esta disciplina. Muy sensible al encanto de la música, era también un estimable pianista y conseguía, en todos los campos, contagiar su entusiasmo. En el recuerdo de sus múltiples intereses, curiosidades y aficiones, fotografía, idiomas, filatelia, cine, poesía y música, hay que recordar también la caligrafía, cuyo cultivo ha dejado huella en la siempre cuidada firma de sus obras.

La casa vieja. Guisando
Las Tenerías
Marina gris con acantilado
Marina gris
Otoño. Arenas de San Pedro
Su vida transcurrió sin grandes sobresaltos, absorbida por el trabajo, la familia y la amistad. Como hitos reseñables se encuentran las exposiciones: la primera tuvo lugar en Bilbao en el año 1921, y aunque no mantienen periodicidad fija se hacen frecuentes a partir de 1946, cuando se inicia desde el Palacio de Santa Cruz, la actividad galerística en Valladolid. El Ateneo, el Círculo de Recreo, el “Rincón de Arte” de la librería Meseta, la Caja de Ahorros de Salamanca y, sobre todo la sala universitaria de Santa Cruz son los lugares vallisoletanos en que cuelga su pintura.
A la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1932 envía un cuadro titulado Efecto de madrugada con niebla que figuró en la Sala VI y mereció ser citado en las reseñas críticas como pieza de interés; al parecer ciertas incomprensiones apartaron a Maffei para siempre de estos certámenes. Participó en la muestra preparatoria de la Bienal Iberoamericana de 1951, en el Palacio de Santa Cruz, y aunque poco aficionado a realizar muestras públicas de su obra, también expuso entre otros sitios en Vigo y Bilbao. La exposición celebrada en la Caja de Ahorros de Salamanca en 1959 será la última que celebrara en Valladolid.
El conocimiento de la valía del artista culmina con su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes vallisoletana. Maffei hizo entrega a la corporación de su óleo El Cubo, que representa el lugar popular concurrido en otro tiempo por su frescor y sus merenderos y hoy desaparecido con la construcción del puente de Isabel la Católica. Su discurso de ingreso versó sobre su visión del paisaje castellano. Ocupó el sillón del pintor Virgilio Gerbolés.

Paisaje
Paisaje
Paisaje
Patio andaluz
Pinos
Finalizada su carrera docente en 1955, poco pudo disfrutar de su jubilación para, por fin, dedicar todo su tiempo al arte. Maffei fallece el día 4 de agosto de 1961. Cuatro años después, en octubre de 1965, la Galería Castilla realiza una exposición antológica en “Homenaje póstumo al ilustre pintor vallisoletano Antonio Maffei”.
Su pintura evoca los rasgos más relevantes de su personalidad: su claridad, su silencio, su discreción, sin estridencias, su alegría, su  ausencia de exasperadas tensiones, que se manifiestan sólo en algunas gotas de melancolía, su falta de retórica y énfasis. Nada tan opuesto a lo que es habitual encontrar en las tendencias de vanguardia del siglo XX.
La formación de Maffei incorpora sucesivos influjos: desde la iniciación infantil con su padre y las tempranas lecciones de Díaz Olano, en Vitoria, al entusiasmo por la obra de Carlos de Haes y la enseñanza directa de San Fernando de Moreno Carbonero, Emilio Sala, Cecilio Pla, Muñoz Degrain, Carlos Verger. Pero además de estos maestros están los compañeros como Martínez Vázquez, Florentino Soria, más tarde Aurelio García Lesmes, y los grandes de todos los tiempos descubiertos en las salas del Prado o de la propia Academia –Velázquez y Goya especialmente– o en los pequeños y primorosos Gowans´s Art Books y las revistas especializadas, las monografías sobre contemporáneos o maestros del pasado, como los acuarelistas ingleses de los siglos XVIII y XIX por los que sentía una especial atracción. Los comentarios de sus críticos a veces pudieran hacernos pensar que deliberadamente volviera la espalda a todo cuanto significase “ismo”. Sus propias declaraciones acerca de la preferencia por el siglo XIX, que llega a reivindicar como suyo esgrimiendo la fecha de su nacimiento, o su declarada animadversión a la pintura abstracta podrían reforzar la impresión de que desconocía cuanto no estuviera en la línea más ortodoxa tradición académica. Bastaría, no obstante, un ligero examen de su pintura para encontrar resonancias impresionistas muy claras –empleo de sombras violetas, efectos de niebla y de luces artificiales, encuadres de instantánea, gamas cromáticas luminosas, sin negros–.

Pueblo
Puerta de la Justicia. Alhambra
Rincón de luz
Trasera
Marina azul
Paisaje fluvial
Corral
Maffei cultivó preferentemente la pintura de paisaje, pero tampoco desdeñó el retrato o el bodegón. Este repertorio por sí solo sitúa a Maffei en un talento afín al impresionista. Hay que tener presente que sus maestros de la Academia fueron destacados pintores de historia o ilustradores de grandes ciclos literarios o religiosos. Maffei ha desdeñado estos caminos, como también un recurso muy del 98, las costumbres populares y los tipos etnológicos, que son numéricamente escasos en su obra. Como subgénero del paisaje podrían diferenciarse las marinas y las vistas urbanas. Para estas últimas elige la pintura al agua (la exposición del 1952 en Santa Cruz es sólo de “Acuarelas vallisoletanas”).

Autorretrato
El abuelo
La abuela
La pamela
La tía Pilar bordando
Maximina
Perfil
Retrato (cabeza)
Bodegón
Serrana
El proceso de trabajo incluye la rápida anotación en bocetos de formato muy pequeño que fijan el encuadre, la armadura general de la composición y los efectos de luz en el momento deseado, luego elaborados en el estudio.
La acuarela, estudiada en el madrileño Círculo de Bellas Artes, es el medio que parece más adecuado a su predilección por la “luz luminosa”, como él mismo con una irónica redundancia designa, una luz que aligera las cosas al envolverlas. No siempre es así. Su dominio de los secretos de esta técnica permite a Maffei aplicarlas a temas no habituales con toda eficacia. A la acuarela pintará sobre todo pueblos de casas encaladas en los que la violenta luz reflejada adelgaza las sombras azules, o en los que los aleros, enfrentados en una secuencia quebrada, conducen la vista hacia el horizonte final de la serranía; o visiones de pura naturaleza protagonizadas por el árbol, verde, dorado o desnudo en la neblina del invierno.
Mención aparte merece su serie de vistas vallisoletanas. Viejos rincones que han visto luego alterada su fisionomía o han desaparecido, conservan en estas delicadas pinturas una vida que trasciende los límites del simple documento fotográfico: La agramilada torrecilla de las Salesas, el aire rural de la plaza de los Alamillos, el callejón de la Caridad o la Rúa Oscura; el solemne interior de la catedral recorrido por una lenta procesión de canónigos, diminutos bajo las enormes bóvedas; los destartalados caserones de las Tenerías reflejados en el agua de un Pisuerga en el que aún era posible nadar y pescar; el chapitel del Salvador dominante sobre patios arbolados; la mole catedralicia, antes de las últimas obras, desde galerías de zapatas y pies derechos; los jardincillos de Colón en una luz de otoño, antiguas callejas a las que abría sus portones desvencijados alguna inmemorial posada de arrieros; el íntimo jardín del Colegio de Santa Cruz o la embocadura de la calle de Santiago en la neblina de una mañana fría…

Alamillos
Catedral
Plaza de Colón
Nocturno
Plazuela de Santa Cruz
Procesión en la catedral
La torre de la iglesia del Salvador
Orillas del río Pisuerga
Hospedería del Colegio de Santa Cruz

BIBLIOGRAFÍA
  • BRASAS EGIDO, José Carlos: Antonio Maffei (exposición. Banco de Bilbao-Valladolid, noviembre 1983), Banco de Bilbao, Valladolid, 1983.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: La colección artística de la Universidad de Valladolid, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1994.
  • URREA, Jesús: Pintores de Valladolid (1890-1940), Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Valladolid, 1985.

1 comentario:

  1. Hola soy amiga de la hija de antonio maffei,me dice que le de las gracias por recordar asi a su padre.
    La gustaria darle las gracias en persona porque cree que lo a realizado con afecto.
    Muchas gracias.

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