viernes, 28 de noviembre de 2014

MONUMENTOS DESAPARECIDOS: LA CASA DE DON ÍÑIGO LÓPEZ DE MENDOZA


La presente casa o palacio que tratamos hoy, la de don Íñigo López de Mendoza, fue levantado en los últimos años del siglo XV, es decir en la etapa del llamado gótico isabelino o hispanoflamenco. Lo más notable era la portada, en forma de gran arco de medio punto baquetonado, con sus capiteles y basas góticas. La rodeaba un alfiz decorado con bolas, con escudos picados en las enjutas, continuándose aquél por arriba y envolviendo una ventana morisca ajimezada. La fachada fue modificada unos años antes de su completa desaparición.
En una fecha desconocida se modificaría toda la casa, construyéndose un patio con corredores de columnas toscanas en tres de sus lados, y se regularizarían los vanos, tanto de su fachada principal como de la lateral que daba a la calle denominada de las Cocinas del Rey o del León. Las columnas del piso inferior del referido patio llevaban escudos picados en los capiteles.

Reconstrucción 3D de la casa aparecida en el libro Valladolid forma urbis
Su situación era privilegiada: la desembocadura de la corredera de San Pablo (actual calle de las Angustias) en la Plaza de San Pablo o de Palacio, la plaza más regía y de mayor importancia de la ciudad, sobre todo cuando la Corte residió en Valladolid (1601-1606). La casa de Don Íñigo no podía tener mejores “vecinos”: el Palacio Real, el Palacio de Pimentel, el Convento de San Pablo, el Colegio de San Gregorio, la casa del conde de Alba Real, el palacio de los marqueses de Távara…

Las casas debieron de ser construidas por don Íñigo López de Mendoza y su esposa doña María de Bazán, pues a su muerte, acaecida antes de 1537, vendieron, el 17 de abril de aquel año y por 2.000 ducados, a don Luis de Benavente y doña Aldonza de Bazán, las casas principales de aquéllos “situadas en la corredera de san pablo de esta dicha villa que han por linderos de la una parte casas de señor don Bernardino Pimentel y por las espaldas casas del monasterio de Retuerta y de otro lado y por delante calles públicas de esta dicha villa…”, con la condición de que si a los tres años los herederos de don Íñigo las quisieran redimir de su hipoteca las pudiesen recuperar.
Permanecieron estas casas a esta familia hasta el día 8 de julio de 1602; aquel día don Diego López de Mendoza, conde de Tendilla, caballero del hábito de Santiago y biznieto del matrimonio que las había edificado, declaraba que “por cuanto su majestad el rey don Felipe III Nuestro Señor deseando tomar para su servicio las casas que yo tengo en esta ciudad en la calle de la corredera de San Paulo, que hace esquina a la calle que va a San Miguel por el lado de la torre del palacio Real de su majestad y lindan por la una parte con casas de los herederos de Joan Mercado…” las vendía al Rey, previa justa tasación y facultad real por hallarse vinculadas, en 154.000 reales. Se justificaba su venta por ser la renta del vínculo muy corta y consistía “en granjería en cuyo beneficio y reparo de las dichas casas se consume en mucha parte de ella” y además “vivo con necesidad”.

Alzado de la casa aparecido en el libro Arquitectura y nobleza: casas y palacios de Valladolid
Cuando en 1870 salió a subasta pública esta casa, señalada entonces con el nº 71 de la calle de las Angustias (antes Corredera de San Pablo), pertenecía aún al patrimonio de la Corona y se describe lindando “por la derecha según se entra en ella con calle del León a la que forma ángulo, por la izquierda casa del conde de Pastrana y por la parte accesoria con casa de don Fernando Ruiz”. Tenía una superficie total de 1.009 m., 681 de los cuales correspondían a la parte principal edificada, con plantas natural y sótanos en parte, entresuelo, principal y desván con su cubierta de tejado; la parte de patio al descubierto ocupaba 67 m. La fachada a la calle de las Angustias medía 23,55 m. y la que daba a la calle del León 42,10 m.
Después de su venta, en este edificio se instaló la casa de Correos hasta que en 1922 se construyó el nuevo edificio en la plaza de la Rinconada. En este último año lo ocupó el centro de enseñanza “La Providencia” y posteriormente se utilizó como sede de los Juzgados Municipales y de 1ª Instancia e Instrucción, en cuyo momento se reformó su portada (1934), decorándose con una ventana ajimezada, de estilo neomudéjar, que se envolvió con un alfiz prolongación del original.


BIBLIOGRAFÍA
  • MARTÍN GONZALEZ, Juan José: La arquitectura doméstica del renacimiento en Valladolid, Imprenta Castellana, Valladolid, 1948.
  • URREA, Jesús: Arquitectura y nobleza: casas y palacios de Valladolid, IV Centenario Ciudad de Valladolid, Valladolid, 1996.

viernes, 21 de noviembre de 2014

LAS PINTURAS MURALES DEL CONVENTO DE SAN PABLO DE PEÑAFIEL III: El mural de la Inmaculada Concepción y la pintura del Ángel


En el Museo Provincial de Valladolid se conserva una pintura mural, que fue arrancada, en 1940, de un lucillo de la nave de la Epístola del Convento de San Pablo de Peñafiel. En el centro aparece la Virgen, sobre una media luna, con las manos cruzadas sobre el pecho, coronada y con nimbo de estrellas. Sobre un resplandor que se encuentra en su vientre, aparece el Niño Jesús. A los lados, tenemos una Anunciación y, en los muros laterales se sitúan Isaías, a la derecha, y Salomón, a la izquierda, dispuestos dentro de arcos de medio punto con la indicación de sus respectivos nombres.
Chandler Rathfon Post centrándose en desvelar la advocación de la Virgen habla de Nuestra Señora de la Expectación, basándose, en el divino Hijo representado sobre el resplandor, pero si observamos la iconografía de la Virgen, ésta es muy cercana a la de la Inmaculada Concepción, así estaríamos ante la combinación del tema de Nuestra Señora de la Expectación con el de la Virgen apocalíptica.

La imagen de la Virgen fue relacionada por Post con el entorno del Maestro de San Ildefonso, artista de finales del siglo XV, aunque Gratiniano Nieto la fechó en la primera mitad, debido a la arcaica mandorla, al brocado de la túnica o a la grafía de las inscripciones, considerándola como una de las representaciones más antiguas del misterio de la Inmaculada Concepción.
Juan José Martín González asignó la obra al círculo de Nicolás Francés en el segundo cuarto del siglo XV, mientras que la Anunciación y los dos Profetas serían del último cuarto del siglo XV, de estilo hispano flamenco.

Eloísa Wattenberg indica que hay ecos procedentes tanto del mundo italiano como del flamenco. Además, establece que el cortinaje sobre el que se dispone la figura de la Virgen se debe relacionar con las manufacturas granadinas de época nazarita. Por último, la granada en el manto de la Virgen aparte de ser símbolo de fecundidad podría aludir a la toma de Granada.
En el mismo museo, y con la misa procedencia, se conserva la pintura de un Ángel. Éste lleva sobre la cabeza un nimbo dorado y sostiene una filacteria que contiene una inscripción que no se lee del todo bien debido al mal estado de conservación.

  • NIETO GALLO, Gratiniano: “Una representación de la Inmaculada en el siglo XV”, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología”, fasc. 37-39, tomo XI, Valladolid, 1945, pp. 109-118.

lunes, 17 de noviembre de 2014

PINTORES VALLISOLETANOS OLVIDADOS: José Luis Capitaine (1925-2001)


El caso de José Luis Capitaine es otro similar al acontecido con Ángel DíazDionisio Pastor ValseroGabriel Osmundo GómezAntonio Maffei, entre otros, se trata de artistas que sin haber nacido en Valladolid desarrollaron la mayor parte de su carrera, si no toda, en nuestra ciudad. Y es que José Luis Capitaine nació en Lesaca (Navarra) el día 19 de abril de 1925, siendo el quinto de los siete hijos del matrimonio formado por Raúl Félix Capitaine (nacido en Bilbao) y María Inchauspe Aramburu (natural de San Sebastián). El apellido francés, Capitaine, procede de un antepasado del artista que entró en España formando parte del ejército de invasión napoleónica.
Con apenas cuatro años de edad se traslada con su familia a Francia. Desde pequeño mostrará su gran habilidad para el dibujo y hará retratos a sus compañeros. Sin embargo, su padre se opone rotundamente a que el hijo sea pintor. A pesar de ello, el futuro artista compaginará el bachillerato impuesto con su formación artística por vía libre, y a la vez captará de compañeros, talleres exposiciones y museos todo lo que su excelente intuición artística le dicta.

Capitaine pintado frente a la Universidad
Capitaine junto a Gloria Fuertes y otros artistas en el Club de Arte de Madrid
Por los días en que la Alemania Nazi ocupaba Francia, José Luis Capitaine celebraba con sus compañeros franceses la finalización de sus estudios de bachillerato. Y fue entonces, en 1943, cuando la peligrosa situación política de aquella invasión hizo que la familia Capitaine, excepto el padre, que estuvo retenido en un campo de concentración, huyera de Francia y se refugiase en España, donde contaban con antiguos vínculos familiares. La madre del artista y los antecesores de ella, naturales del País Vasco, poseían un confortable caserío en las proximidades de San Sebastián. Y en cuanto al abuelo paterno del pintor, un enólogo francés que a finales del XIX se nacionalizó español, había contraído matrimonio con una joven de la acomodada burguesía vallisoletana. Es así como, el influjo tanto del País Vasco como de la ciudad castellana, se hiciera sentir en la nueva ubicación de la familia Capitaine en el exilio.
A principios de los años cuarenta, una vez liberado el padre del artista, Raúl Félix Capitaine, también enólogo, se estableció en Valladolid y desde esta ciudad colaboró en la replantación de viñedos a la par de ejercer como profesor de enología en la Granja Escuela José Antonio. Valladolid será también el lugar donde nuestro pintor reanuda su vida y cumple entonces con el obligatorio servicio militar, realizándolo como delineante en el Alto Estado Mayor.

Autorretrato (1953)
Torero
Retrato (¿Su padre?)
Retrato de su madre
Retrato del pintor Daniel Vázquez Díaz
A finales de los cuarenta, en Madrid, después de estudiar a los grandes maestros del Museo del Prado y dibujar incansablemente en el Casón del Buen Retiro, Capitaine se vinculó a Valladolid, localidad desde la que viajaría posteriormente a otras capitales con el fin de exponer su obra: Oviedo, Pamplona, Cuenca, Salamanca, Segovia, Sevilla, Valencia, Madrid, y, sobre todo, París.
Durante estos años coincidió en Valladolid con un momento verdaderamente crítico de la economía nacional y con un público visitante de exposiciones muy minoritario. Fue todo un reto para el entonces Rector Cayetano Mergelina, el que se facilitara un espacio para las muestras de pintura y escultura contemporáneas, y que también cediera dependencias universitarias para debates artísticos, como los que sobre la abstracción mantuvieron los, entonces, recién fundadores del grupo abstracto vallisoletano "Pascual Letreros": Lorenzo Frechilla, José Parrilla, Alma Castillo, Cabrera y Wifrido.
La Universidad de Valladolid contribuyó decisivamente a que el ambiente artístico en Valladolid, a partir de la creación de su sala, fuera bastante prometedor, aunque todavía casi se mantengan en el olvido las primeras exposiciones allí celebradas, como por ejemplo la primera realizada por Capitaine y reseñada por Félix Antonio González en El Norte de Castilla.

Autorretrato con capea al fondo
Autorretrato a al sanguina (1978)
Plaza del Rosarillo
Paisaje del Campo Grande
Natividad Capitaine (1952)
Capitaine encontró en la burguesía coleccionista de los cincuenta una buena acogida. Culturalmente se iniciaba, desde finales de la década anterior, un tímido pero creciente interés por lo relacionado con el Arte.
En 1952 el artista volvió a exponer en la sala de Santa Cruz donde por aval se requería el visto bueno universitario. Por entonces sus retratos, paisajes y bodegones, habían alcanzado un excelente nivel. Su trayectoria, eso sí, situaba casi al margen de la vanguardia abstracta y desde entonces continuaría absolutamente invariable en su especial realismo. Ese mismo año, 1952, poco después de su segunda exposición, el artista regresó de nuevo a París, donde amplía conocimientos y continúa estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes. Participa entonces en varias exposiciones colectivas y asiste a conferencias y tertulias con filósofos, literatos, músicos y artistas. Este tipo de relaciones ejercerán siempre un especial atractivo sobre Capitaine quien en su estancia en Madrid acudiría frecuentemente a las tertulias del Café Gijón, donde se relacionará no sólo con artistas sino también con científicos –como Marañón o López Ibor– y cuando se asiente definitivamente en Valladolid, le veremos en las reuniones interdisciplinares semejantes que tuvieron lugar en El Corcho con asistencia de conocidos personajes de la ciudad como los Catedráticos de la Universidad Ángel Torío y Alfonso Candau; el Magistrado de lo contencioso Federico Sáenz de Robles, o importantes pintores como Francisco Sabadell, y Capuletti.

José Luis Capitaine era sin duda un personaje indefinible, un románico, –como diría en un artículo J. Manuel Parrilla–. Según Ortega Coca, era un hombre fuera de tiempo, que igual pudiera convenir a una velada del Moulin Rouge de Toulouse Lautrec, que, sin su impecable bufanda blanca, asistir como lo hizo a charlas filosófico-artísticas del existencialismo parisino de Sarte, en la orilla izquierda del Sena en Saint Germaine-des-Prés. De hecho Capitaine mantuvo buena amistad con Simón de Beauvoir. Una vez llegó a decir: “que se hubiera enamorado de ella si él hubiera tenido entonces veinte años más”.
Este artista, en cuanto a imagen: unas veces con su capa tradicional y otras con su gabán largo negro, bufanda blanca y sombrero de ala ancha, pudiera ser un modelo perfecto para los dibujos al carbón de Ramón Casas, cuando las tertulias de Els Quatre Gats. Ortega Coca piensa que pudiera ser el más típico representante de la bohemia artística del Valladolid de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Y aunque curiosamente a contrapelo, este interesante pintor constituyó un típico personaje inseparable de este paisaje urbano. Falleció el 29 de diciembre de 2001.

OBRA DEL ARTISTA
Aunque Capitaine tuvo una dedicación primordial para el retrato, género bastante marginado en el siglo XX, también realizó interesantes paisajes y bodegones. Son numerosos los personajes retratados por él y entre los principales se pueden recordar: el Conde de Casa Rojas, que fue embajador de España en París y que patrocinó la exposición de Capitaine celebrada en París en la “Galerie du XVI”; a Germán Balaibar, embajador de España en Colombia, o al conocido compositor y musicólogo Harry Colet; in olvidar a Jaime de Borbón.

Bodegón con limones
Bodegón de taberna
Bodegón
Entre los personajes religiosos son de destacar por su corrección técnica y perfecta factura los retratos del Papa Pío XII, el del Arzobispo de Valencia D. José María García Lahiguera y el del Arzobispo de Valladolid D. Antonio García, investido con los ricos ornamentos de pontifical. Todas estas obras fueron realizadas conforme a un estilo muy realista, pero captando no sólo un momento en el tiempo sino la profundidad psicológica característica de cada personaje como resultado de una vida. Dentro de esta misma forma de hacer estuvo también el extraordinario Cristo encargado para la iglesia de Santa Rita de Madrid. El artista comentaba sobre esta obra: “He pintado este Cristo con toda mi alma”. Federico Wattenberg, en uno de sus escritos, comentó sobre su novedad e interés, definiéndole como: “un atrevido y enérgico grito que pudiera por su hondura anunciar una nueva mística pictórica española”. Con una exposición de Capitaine, en la que figuraba como pieza clave este formidable Cristo, se inauguró en noviembre de 1962 la Sala Iris, situada en la Plaza Mayor vallisoletana.
Desde los años sesenta, las exposiciones de Capitaine que se celebraron siempre con gran éxito de público, en ocasiones fueron motivo de polémica en el Valladolid de la época. Y es que el arte, entrada esa década, pasó a ser un gran objeto de interés entre los espectadores, de discusiones en la sociedad, y de entrevistas inteligentes en los periódicos, los que además de informar de sucesos expositivos, frecuentemente, enseñaban “a saber ver”.

La cocina encendida
Mujer española
Mme. Claudine Forugëres

EL “REALISMO” DE CAPITAINE
En una exposición en abril de 1967, presentada por el entonces Rector de la Universidad de Valladolid, D. Alfonso Candau, dijo brevemente y de manera casi enigmática que la pintura de Capitaine era producto de un realismo “sí, pero no”.
En el comentario crítico que realizó Ortega Coca para el Diario Regional, interpretó la frase no explícita del inteligente filósofo en el sentido de que algunas voluntarias imperfecciones del naturalismo realista de Capitaine, tanto en paisaje, como en retratos  o bodegones, le aportaban una originalidad casi “naif” y que en este “sí es no es” y no es un “es del todo”, radicaba perfectamente la interesante esencia de su obra. Según el parecer de Ortega Coca, cuando el pintor pretende copiar las cosas, “tal como son”, a lo sumo sólo realiza un pequeño esquema de la realidad, capta sólo parte de ese infinito, que es lo real.

Crepúsculo en Castilla
Desde la Casa de Campo
En la terraza del estudio
Los hombres de otras épocas no exigieron que el arte fuera un espejo de sus cosas. El afán de naturalidad arranca del Renacimiento, agudizándose en la segunda mitad del siglo XIX. Muchos siglos quedan atrás en los que el arte nunca fue copia de lo que se ve, “tal cual es”. Desde uno a otro continente hasta la isla de Pascua, pasando por el arte negro e incluso sin olvidar el arte primitivo flamenco, gran parte del producto artístico constituye un testimonio en el mismo sentido.
Ahora bien, tampoco Capitaine pinta la realidad “tal cual es”. Con frecuencia en su pintura vemos que la seguridad espacial de lo real cede el puesto a la incertidumbre de lo imaginado. Como ejemplo, a veces un utensilio en sus bodegones puede no descansar cómodamente sobre el plano soporte que no le corresponde, o incluso invadir el espacio de otro objeto limítrofe. Eso no puede ser calificado de torpeza, pues Capitaine, cuando quiere, dibuja con absoluta perfección. Un ejemplo de esto pueden ser algunas de sus excelentes sanguinas.

La Alberca
Marina
Su forma siempre es un realismo. Pero según Ortega Coca, quizás por hastío de lo actual, hace uso en algunos paisajes y bodegones, de una construcción gozosamente primitiva. Esta cuestión origina que ante sus cuadros tomemos conciencia de una realidad otra, que no es la ruidosa y cotidiana nuestra, sino la del arte o la de los sueños. Por eso, a veces una iluminación intencionadamente errónea en cuanto al foco de procedencia, consigue, que los objetos duros vibren, o que en un gran silencio leviten, como si la gravedad en sus cuadros funcionara en otro espacio no nuestro.
Según el parecer de Ortega Coca: “Capitaine, aún en su acabado naturalismo realista, también parece pensar que la exactitud no es exactamente la verdad, y que cuando el artista se conforma con menos, como plasmar únicamente su idea de las cosas, obtiene más (…) ya que la infinitud de lo real marca el límite de lo imposible”.

BIBLIOGRAFÍA
  • ORTEGA COCA, María Teresa: “José Luis Capitaine”. En DELFÍN VAL, José: Personajes vallisoletanos, III, Valladolid 2008, pp. 271-285.
  • PLAZA SANTIAGO, Francisco Javier de la y ORTEGA COCA, María Teresa: “La pintura del siglo XX, en Valladolid”. En LÓPEZ ANTUÑANO, José Gabriel: Valladolid, arte y cultura: Guía cultural de Valladolid y su provincia (2 tomos), Diputación de Valladolid, Valladolid, 1998, pp. 933-966.