sábado, 8 de abril de 2017

SEMANA SANTA EN VALLADOLID: Pasos que ya no procesionan II: Cristo Resucitado


La pequeña escultura de Nuestro Padre Jesús Resucitado que se conserva en la iglesia parroquial de Santiago Apóstol fue procesionada por la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Resucitado, María Santísima de la Alegría y las Lágrimas de San Pedro entre los años 1961-1993. En 1960 la imagen fue donada a la cofradía por el párroco de la iglesia de Santiago, don Santiago Núñez, convirtiéndose de esta manera en la primera a la que dio culto la hermandad. En estos primeros momentos hubo la duda de a quién representaba la imagen, llegándose a dudar de que se tratara de San Juan Bautista. Tras una ardua restauración, en la que incluso hubo que colocarle varios dedos que había perdido, salió por primera vez en procesión en la Semana Santa de 1961. No fue la única vez que se la sometió a una restauración: en 1988 Mariano Nieto restauró la policromía ya que se hallaba muy resentida debido al inadecuado lugar en el que estaba colocada todo el año. Fue entonces cuando se la trasladó a su antigua capilla y se subsanó el problema. En los últimos años fue nuevamente restaurada, quedando casi como recién salida del taller. La imagen procesionó hasta la Semana Santa del año 1993, momento en el que se encargó una talla de mayor tamaño al escultor zamorano Ricardo Flecha.
En muchas ocasiones en nuestra Semana Santa se han utilizado, fundamentalmente durante los siglos XX-XXI, muchas imágenes de altar o devoción que no fueron esculpidas con fin procesional, como por ejemplo ocurría con la Virgen de la Alegría con la que se “encontraba” este Resucitado en la Plaza Mayor a mediodía del Domingo de Resurrección. Aquella imagen, tallada por Gregorio Fernández era (y es) una Virgen de las Candelas a la que se le tenían que retirar la candela y al Niño Jesús para poder procesionarla con la advocación de la “Virgen de la Alegría” (no es extraño el que otras Vírgenes ejerzan de Vírgenes de la Alegría, de hecho en el medio rural es muy típico ver a Inmaculadas). Sin embargo, el Cristo Resucitado que estamos tratando sí que pudo ser esculpido con destino procesional, y es más que probable que fuera la imagen titular de la antigua Cofradía de la Resurrección y Nuestra Señora de la Alegría que durante siglos estuvo radicada en la iglesia de Santiago Apóstol, y de la que tenemos noticias al menos desde el año 1564.
Pocas cosas más sabemos acerca de esta primitiva cofradía. Tan solo que celebraba sus cultos en la actual capilla de Nuestra Señora de Loreto, que es la localizada en la parte baja del coro al lado del Evangelio, capilla en la que hoy día existe un retablo plateresco. Con posterioridad, sabemos que esta imagen pasó a la Capilla de Nuestra Señora de la Alegría, que se encontraba en el lado del Evangelio de la iglesia. De hecho allí aparece reflejada en buena parte de los inventarios del siglo XVII: “Nuestra Señora de la Alegría: Ítem visitó su merced la capilla y altar que se sigue a las referidas que es el retablo del lado del evangelio de la advocación de Nuestra Señora de la Alegría el cual dijeron ser de la cofradía de ella y tiene dos hechuras de bulto grandes, la una de un Santo Cristo Resucitado y la otra de una imagen de Nuestra Señora y en dicha capilla se entierra sus cofrades pagando a la fábrica seis reales por el rompimiento de cada sepultura de cuerpo grande y tres por el de una criatura”. ¿Podría aún conservarse en el templo la otra imagen titular de la cofradía primitiva, la de la Virgen de la Alegría?. Quizás.

Pasando a analizar brevemente la escultura que nos ocupa, lo primero que llama la atención es su poderosa anatomía, su excesiva musculación. Muchos lo han querido ver como la obra de un escultor falto de pericia, pero no es así puesto que esas anatomías hinchadas son las propias del manierismo romanista, o simplemente Romanismo, que fue la última fase del Renacimiento, y la cual sirve de enlace entre este periodo artístico y los albores del Barroco. Este estilo, que se define por imitar los modos y maneras de Miguel Ángel, se caracteriza por su monumentalidad y las potentes anatomías. Recordemos, por ejemplo, los personajes que Miguel Ángel Buonarroti pintó en la Capilla Sixtina, tanto en la bóveda como en el Juicio Final. En España la obra romanista más importante fue el retablo mayor de la Catedral de Astorga, el cual fue construido por Gaspar Becerra, a quien ayudaron un sinfín de escultores, entre ellos maestros tan conocidos como Juan de Anchieta o Esteban Jordán.
Cristo aparece efigiado según la manera usual de los Resucitados: de pie, con un perizonium dorado que le cubre el sexo, elevando una mano con la cual bendice, y sujetando en la otra un estandarte rematado en forma de cruz. En su cuerpo desnudo observamos las llagas de la Pasión, las cuales en esta ocasión no tienen un carácter doloroso, sino que significan su triunfo sobre la muerte. Coloca las piernas en contrapposto, de tal manera que el posible desequilibrio de la imagen lo compensa con la túnica, la cual sirve de apoyo en el suelo. Desconocemos a su autor, que, si bien no sería una de las grandes figuras del momento del foco vallisoletano, sí que fue un maestro lo suficientemente digno. La escultura fue realizada en el último tercio del siglo XVI.

Antiguamente esta escultura, que como ya hemos dicho pudo ser la titular de la primitiva Cofradía de Cristo Resucitado, realizaba una procesión del encuentro similar a la que se celebra hoy día, con la salvedad de que las cofradías son distintas, las esculturas son diferentes y el lugar del encuentro no es el mismo. Tenemos noticias de que el Domingo de Resurrección, fiesta principal del Resucitado, se celebraba la procesión del Señor Resucitado. Con la imagen de Jesús Resucitado, se daba vuelta a la Plaza Mayor y se iba hasta la Puerta o Arco del Campo donde, lugar en el que estaba esperándole la Virgen de la Alegría. Tras ese encuentro, ambas imágenes regresaban juntas a la iglesia de Santiago.

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