viernes, 5 de mayo de 2017

LA PINTURA BARROCA EN VALLADOLID ENTRE 1665-1750


El tema que hoy vamos a tratar es uno de mis preferidos: la pintura barroca vallisoletana. Casualidades de la vida, voy a subir este post el mismo día en el que me he comprado el libro "Pintura Barroca Vallisoletana", obra de Jesús Urrea y Enrique Valdivieso, los dos mayores expertos en la materia. No vamos a hablar de todo el periodo, sino de lo que podemos denominar pintura barroca plena y tardobarroca, dejando los inicios del movimiento barroco para otra ocasión. Quiero dedicar esta entrada a Paula, gran amante del arte y patrimonio vallisoletano, a quien tuve el placer de conocer ayer y quién me comentó que era muy fan de este blog. Gracias.

Durante la segunda mitad del siglo, la actividad pictórica en Valladolid sufre un fuerte descenso tanto en cantidad como en calidad. Para Enrique Valdivieso las dos causas más importantes de esta crisis fueron “la falta de talento de los jóvenes pintores” y el “éxodo de los más hábiles a la Villa y Corte de Madrid”. También supone que influiría la “decadencia padecida por la ciudad del Pisuerga en todos los órdenes”. El mismo autor nos pinta un panorama desolador: “pésimos pintores, carentes de talento, que ejecuta toscamente sus obras y las concluyen de manera imperfecta y apresurada. Sus ideas artísticas son mediocres, sus composiciones aparecen torpemente amañadas, de aspecto vulgar, con una colectiva falta de gusto y de delicadeza pictórica. Son en suma pintores insignificantes, más modestos artesanos que artistas, con la única pretensión de sobrevivir a toda costa en el ejercicio de su profesión”.
Si bien Valladolid nunca se había caracterizado por poseer una importante escuela pictórica, debido en gran parte al éxito que alcanzó la escultura en Valladolid y en los territorios limítrofes, sí que durante la primera mitad del siglo la ciudad había disfrutado de algunos pintores de ciertos vuelos. Así, Diego Valentín Díaz (1586-1660) fue el pintor vallisoletano más importante, así como el artista más poderoso de la ciudad tras la desaparición de Gregorio Fernández. Otro magnífico exponente fue Francisco Martínez (1574-1626), hijo del gran pintor manierista Gregorio Martínez, del cual conservamos una serie de obras de muy desigual calidad. También hay que destacar al portugués Bartolomé de Cárdenas (c.1575-1628). En un escalón inferior a estos se situaban Jerónimo de Calabria (a.1584-1661), Blas de Cervera (a.1585-h.1663), Matías Velasco o Tomás Peñasco (h.1600-1677). Estos pintores tienen en común, según el parecer de Jesús Urrea, su falta de creatividad, lo que les llevaba a utilizar en multitud de ocasiones estampas de origen toscano, lombardo y flamenco.

FRANCISCO MARTÍNEZ. San Miguel con don Antonio de Aguilar (1614). Museo Diocesano. Valladolid
BLAS DE CERVERA. Degollación de San Antolín (Retablo de San Sebastián) (1637). Catedral. Palencia
BARTOLOMÉ DE CÁRDENAS. Vocación de San Pedro (1613). Convento de San Pablo. Valladolid
TOMÁS PEÑASCO. Retrato de doña Marina de Escobar. Centro de Espiritualidad. Valladolid
Aunque Valentín Díaz no fallece hasta 1660 su obra pertenece a la primera mitad del siglo. El pintor que sirve de nexo de unión con la segunda mitad del mismo, y que es el encargado de salvaguardar el “prestigio” de la escuela vallisoletana, es un discípulo de éste, Felipe Gil de Mena, el cual puede ser ya considerado, según la opinión de Valdivieso González, “como un verdadero pintor barroco por su decidido interés hacia la pintura naturalista”. Del prestigio de Gil de Mena bien nos habla la afirmación de Palomino de que “fue también muy excelente en los retratos y muy naturalistas”. Una de sus principales características fue la de la inclusión en sus composiciones, sean de la temática que sean, de bodegones.
A pesar de la referida decadencia, la escuela vallisoletana seguirá siendo la más importante del noroeste peninsular. Cuando un particular, una iglesia u otra institución de este territorio requerían de una pintura de cierta calidad, y no podía permitirse una obra del foco madrileño, acudían a la ciudad del Pisuerga, motivo por el cual veremos cuadros vallisoletanos diseminados por diferentes puntos de Castilla, Galicia, Asturias o incluso Navarra.

FELIPE GIL DE MENA. Retratos de Diego Valentín Díaz y doña María de la Calzada. Museo Diocesano. Valladolid
DIEGO VALENTÍN DÍAZ. Presentación de Jesús en tel Templo. Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Fotografía tomada de la página web del M.N.E.
FELIPE GIL DE MENA. San Elías confortado por el ángel. Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Fotografía tomada de la página web del M.N.E.
Este mismo fenómeno se vivió en Valladolid a la inversa: la recepción de obras de autores madrileños. Así, entre los pintores cortesanos representados en nuestras iglesias, conventos, etc… encontramos a Francisco Solís, Ignacio Ruiz de la Iglesia, Alonso del Arco o Acisclo Antonio Palomino. Un caso excepcional fue Mateo Cerezo el cual vivió cierto tiempo en la ciudad dejando en ella alguna de sus mejores obras. Así por ejemplo pinta los lienzos del retablo mayor del Convento de Jesús y María, y algunos otros cuadros para diversas parroquias e incluso para la catedral. Entre todos ellos destaca el Cristo yacente acompañado de ángeles conservado en la iglesia de San Lorenzo.

ALONSO DEL ARCO. Adoración de los Pastores. Iglesia de San Miguel. Valladolid
ANTONIO PALOMINO. Niño Jesús Salvador. Iglesia de San Miguel. Valladolid
Metiéndonos ya de fondo en la escuela vallisoletana lo primero que llama la atención es el hecho de que de la amplia nómina de pintores documentados tan sólo conservamos obras de unos pocos. Partiendo de la mediocridad general de los pintores activos en este momento quizás el más interesante sea Andrés Amaya “por su talante abierto a principios renovadores”, autor del que conservamos un escaso catálogo de obras. Tan sólo la obra de otros cuatro pintores será verdaderamente reseñable: Agustín Bara, Amaro Alonso, Bartolomé Santos y el prolífico pintor sevillano Diego Díez Ferreras, autor con una obra muy dispersa, buena prueba de su prestigio, prestigio que no siempre era sinónimo de calidad; un caso similar en el terreno escultórico lo tenemos en Francisco Díez de Tudanca, activo por estas mismas fechas. En un escalón ya claramente inferior se encuentran otros maestros que en algunas ocasiones demuestran ser casi unos artesanos: los hijos de Felipe Gil de Mena (Felipe y Manuel Gil de Mena y Muga), Antonio y Lucas Caniego, Antonio Novoa Osorio, Jerónimo Benete, etc….

FELIPE Y MANUEL GIL DE MENA Y MUGA. San Pedro in catedra (Retablo de la Virgen de los Remedios) (1676). Iglesia de Santa María Magdalena. Valladolid
Del resto de pintores documentados tan solo conservamos datos biográficos o profesionales (contratos de obras desaparecidas, asientos de aprendices…). Según se desprende de la documentación obtenida en diferentes archivos, algunos otros pintores pudieron llegar a tener alguna trascendencia en el panorama pictórico vallisoletano de la época; sin embargo, la pérdida de su memoria y de sus obras nos les muestran en la actualidad como fantasmas. Este grupo lo conformarían: Francisco Cocho, José Martínez de Ollora, Manuel y Lucas de Ocio, Manuel Juárez o Pedro de Calabria (no confundir con su hijo Pedro de Calabria Escudero, pintor y grabador vallisoletano emigrado a la Corte.
Como hemos repetido bastantes veces, en este momento la pintura vallisoletana no aspira a realizar lienzos de gran calidad sino a satisfacer el gusto popular y la piedad privada y colectiva. Un caso curioso de esta piedad es el del padre Jerónimo Benete, pintor de nula calidad aunque afamado por sus pinturas de la Virgen y de la Pasión de Cristo.

JERÓNIMO BENETE. La Virgen del Carmen. Santuario de Nuestra Señora del Carmen Extramuros. Valladolid
Un apartado especial dentro de la pintura de este periodo lo conforma la Cofradía de San Lucas, institución que agrupó a los pintores en un primer momento, pero que posteriormente admitió en su seno a escultores, ensambladores y tallistas. El principal objetivo de dicha cofradía era el defender “los derechos generalmente fiscales, adquiridos con anterioridad, haciendo hincapié en la liberalidad de su arte, preocupándose por vigilar la calidad de las pintura que se vendían en el comercio, festejando a su santo patrón, el evangelista pintor, o participando en las numerosas ceremonias religiosas que se celebraban en la ciudad”.
El siglo XVIII comenzó de la peor manera posible para la ya de por sí mermada pintura vallisoletana puesto que en 1704 fallece su mejor artífice: Andrés Amaya. El encargado de ocupar el puesto como pintor vallisoletano más destacado durante el primer tercio de siglo Manuel Peti Bander (1662-1736), hijo del pintor Simón Peti “el Viejo”, artista que se caracteriza por la utilización de los “métodos más avanzados y el que permitió entrever en la escena pictórica local el arte novedoso del napolitano Luca Giordano”. Otros dos pintores destacan en el mediocre panorama pictórico vallisoletano: Fray Diego de Frutos, del cual conservamos una abundantísima producción a raíz de sus extensas series de cuadros de temática franciscana, e Ignacio de Prado.

IGNACIO DE PRADO. Retrato de doña Magdalena de Ulloa (1737). Colegiata de San Luis. Villagarcía de Campos
IGNACIO DE PRADO. Apoteosis de la Compañía de Jesús (1703). Colegiata de San Luis. Villagarcía de Campos
Tras la muerte de todos estos maestros se creó un enorme vacío que nadie fue capaz de llenar. Por primera vez desde hacía mucho tiempo no existía una figura descollante. Hasta bien entrada la segunda mitad del siglo, es decir en los albores del Neoclasicismo, no volveremos a ver pintores de cierta categoría: Francisco de Prado (hijo de Ignacio de Prado), Diego Pérez Martínez, José y Leonardo de Araujo (padre e hijo respectivamente), José Pastrana, y Ramón y Joaquín Canedo (padre e hijo). Sin ningún género de dudas Diego Pérez y los Canedo serán los que piloten con mayor dignidad la escuela vallisoletana durante la segunda mitad del siglo XVIII.
A continuación, para formarnos una idea de las personalidades más significativas de este periodo, así como de sus producciones, se realizará una escueta biografía de los más importantes, así como una lista de sus obras documentadas.

AMARO ALONSO DE LLANOS (1640 – 1699)
Amaro Alonso de Llanos Valdés, en realidad Amaro Alonso Méndez, vio la luz en Valladolid. Bautizado en la parroquia de la Santa Iglesia Catedral el 23 de enero de 1640, sus padres fueron Amaro Alonso de Llanos, tendero de aceite y vinagre, e Isabel Méndez Redondo, ambos naturales “del lugar de San Simón cerca de la ciudad de Lugo”.
La primera noticia sobre el pintor se fecha en el 21 de octubre de 1662, día en el que otorga testamento tras haber sufrido una puñalada, de la cual culpaba la justicia al pintor Diego Díez Ferreras. Sin embargo, Amaro Alonso le exculpó puesto que vio perfectamente a las dos personas que perpetraron el ataque: el emballenador Juan González y el sastre Manuel Vázquez. No pudo precisar quién de los dos fue el que le agredió “porque con la oscuridad de la noche no puedo conocer cuál era”. Las cláusulas del testamento nos aportan valiosa información sobre su personalidad y parte de su producción artística perdida. Finalmente nombraba como testamentarios a su hermana, Teresa Alonso, y al bodegonero Felipe Viana. Entre los testigos que lo firmaron figura el pintor Diego Díez Ferreras, señal de que la acusación era falsa y de que ambos gozaban de una buena amistad.

AMARO ALONSO. Degollación de San Juan Bautista (1675). Iglesia de San Juan Bautista. Valladolid. Procedente de la Iglesia Penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo
El 31 de marzo de 1665 ingresa en la Cofradía Penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Un año después, el 4 de marzo de 1666, contrae matrimonio con Bernarda de Andrade en la iglesia parroquial de San Julián, templo en el que fueron bautizadas sus dos hijas: Josefa Gabriel, el 2 de abril de 1668, y María Benita, el 6 de abril de 1673. Su otro hijo, Simón Amaro, fue bautizado en la iglesia de San Miguel el día 10 de noviembre de 1678.
En el año 1681 vemos trabajar codo a codo a Amaro Alonso con el escultor Juan de Ávila. Mientras que el escultor realizaba una nueva imagen procesional de Santiago Matamoros y “unas perspectivas” –seguramente arquitecturas efímeras– con las que adornar dicho estreno, Amaro Alonso se ocuparía de policromar la “perspectiva”, tarea por la que percibió 180 reales. A partir de entonces, si no antes, surgiría una buena amistad cómo podemos volver a comprobar en el bautizo de José de Ávila, hijo de Juan, y donde Amaro Alonso actuó como padrino.

AMARO ALONSO. Salomé presentando la cabeza del Bautista a Herodes y Herodías (1675). Iglesia de San Juan Bautista. Valladolid. Procedente de la Iglesia Penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo
Durante el año 1687 ostenta el cargo de mayordomo de fábrica secular de la antigua iglesia de San Miguel. Siete años después contrae matrimonio en segundas nupcias en la iglesia parroquial de Santiago Apóstol con Damiana Jalón y Gallo, viuda del también pintor Juan Sanz. Entre los testigos del enlace figura el pintor Andrés de Amaya.
El 6 de noviembre de 1695 accede a su taller el único aprendiz que hemos podido documentar: Leonardo Vázquez de Codesal. El padre del muchacho le asentó en el taller para que aprendiera el “arte de pintor como es a dibujar todo género de figuras y el más tocante y perteneciente del dicho arte”.
El 29 de abril de 1696 las vidas profesionales de Amaro Alonso y Juan de Ávila vuelven a cruzarse: se encargan de inspeccionar, junto con el también escultor Juan Antonio de la Peña, las labores de retoque de las figuras de los pasos de la cofradía de la Pasión que corrían a cargo del pintor Valentín Gómez de Salazar.

AMARO ALONSO. Cristo camino del Calvario (copia del "Pasmo de Sicilia" de Rafael". Catedral. Valladolid
Amaro Alonso de Llanos y Valdés fallece el 12 de julio de 1699, siendo enterrado en la desaparecida iglesia de San Miguel de Valladolid. Su cuerpo debía ser colocado en una sepultura propia (le fue obsequiada por dicha iglesia en agradecimiento a la donación que hizo de un busto de Ecce Homo) dentro de la capilla mayor. El Ecce Homo, que fue regalado “el año de 1698 (…) con otras alhajas”, era una imagen de “medio cuerpo de escultura admirable, con su peana de media talla dorada”, que se guardaba “en el archivo de los privilegios de Valladolid que está sobre la puerta de la torre”. El referido busto aparece en sucesivos inventarios del “Libro de Alhajas” de la iglesia de San Miguel. Sirvan de ejemplos los de los años 1702 y 1711. Atribuido a Manuel Pereira, en la actualidad forma parte del pequeño museo parroquial.
Catálogo
  • 1662. Seis pasajes con ermitaños, seis pasajes con historias y doce lienzos. Diversos comitentes. Paradero desconocido.
  • 1675. Lienzos de la Santa Cena, la Degollación del Bautista, Salomé presentando la cabeza del Bautista a Herodes y Herodías. Cofradía de Nuestra Señora de la Pasión. Valladolid. Los dos últimos se conservan en la iglesia de San Juan Bautista.
  • 1685-1686. “Retocar y hacer de nuevo los cuadros que están puestos en el altar mayor”. Iglesia de San Juan Bautista. Valladolid.
  • 1687. Pinturas encastradas de los cuatro Evangelistas, el Padre Eterno, la Asunción, San Felipe Neri con la Inmaculada, la Anunciación y el Arrepentimiento de San Pedro. Oratorio de San Felipe Neri. Valladolid.
  • 1690. Pintar “la capilla mayor y mejoras de pintar pilastras, cornisas y celosías de dicha obra”. Ermita de Nuestra Señora de la Peña. Tordesillas (Valladolid).
  • 1691. Cuadros de San Pedro, San Antonio y San Fernando. Iglesia parroquial de San Pedro. Zaratán (Valladolid). Desaparecidos.
  • 1696. Pinturas de la cúpula y de las pechinas. Ermita de Nuestra Señora de la Peña. Tordesillas (Valladolid).
  • 1698. Cuadro de la Asunción. Iglesia parroquial de La Overuela (Valladolid). Desaparecido.
AMARO ALONSO. La Asunción (pintura encastrada en la bóveda) (1687). Oratorio de San Felipe Neri. Valladolid
AMARO ALONSO. San Felipe Neri (pintura encastrada en la bóveda) (1687). Oratorio de San Felipe Neri. Valladolid


AGUSTÍN BARA (1650 – 1678)
Agustín Bara Portillo encarna perfectamente el caso paradigmático de pintor prometedor cuya carrera su trunca a una edad muy temprana. Vio la luz en la localidad vallisoletana de Olivares de Duero, en cuya iglesia parroquial de San Pelayo fue bautizado el día 19 de septiembre de 1650. Sus padres fueron el escribano “de su majestad” Juan Bara Gutiérrez e Isabel Portillo, ambos vecinos y naturales de Tudela de Duero. Seguramente la estancia de sus padres en Olivares de Duero tenga que ver con las obligaciones laborales del cabeza de familia.
Desconocemos tanto el momento en que llega a Valladolid como en el que entra al taller en el que se forma como pintor. Su escasa obra tampoco nos ayuda a averiguar la identidad de su mentor.
El 2 de julio de 1674 se desposa en la iglesia de San Martín, de Valladolid, con María Antonia Gavilán, nieta del gran genio de la escultura Gregorio Fernández. Un año después, el 19 de agosto de 1675, el matrimonio fue velado en la iglesia de San Lorenzo. Por entonces el matrimonio vivía en la plaza de la Santísima Trinidad.

AGUSTÍN BARA. El Nacimiento de San Juan Bautista (1675). Iglesia de San Juan Bautista. Valladolid. Procedente de la Iglesia Penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo
El 29 de marzo de 1677 recibe como aprendiz en su taller a un tal Juan Fernández, al cual debería enseñar “el dicho arte de pintura y todo lo al tocante”. El tiempo de aprendizaje sería de seis años, cobrando a cambio Bara 800 reales.
El 2 de septiembre de 1678 muere su mujer, siendo enterrada según su deseo en el Convento del Carmen Calzado. El día 18 de ese mismo mes Agustín Bara “estando enfermo en cama” y, por lo tanto, no pudiendo disponer “mi testamento, mandas y legados”, decide comunicar sus disposiciones a su cuñado el pintor José Martínez de Ollora y a fray Francisco Fernández de Llano, religioso en el convento de Nuestra Señora de la Merced. También los instituyó como albaceas y testamentarios, y como heredera universal dejaba nombrada a su hermana Beatriz, esposa de Martínez de Ollora. Bara fallece cinco días después, el 23 de septiembre, siendo enterrado en la iglesia de San Lorenzo, a la cual estuvo tan vinculado durante su corta estancia en Valladolid.
Catálogo
  • 1675. Pinturas de El nacimiento de San Juan Bautista, La predicación de San Juan en el desierto y El bautismo de Cristo. Cofradía de Nuestra Señora de la Pasión. Valladolid. Las tres obras se conservan en la actual iglesia de San Juan Bautista.
  • Fecha indeterminada. Atribuidas. Pinturas del Nacimiento, la Adoración de los Magos y la Circuncisión.
AGUSTÍN BARA. La Predicación de San Juan Bautista en el desierto (1675). Iglesia de San Juan Bautista. Valladolid. Procedente de la Iglesia Penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo


DIEGO DÍEZ FERRERAS (1640 – d.1701)
Diego Díez Ferreras fue el pintor más prolífico de la escuela vallisoletana de la segunda mitad del siglo XVII. Se puede afirmar que sucedió a Diego Valentín Díaz y a Felipe Gil de Mena en el papel de pintor más prestigioso de la capital castellana. Aunque nacido en Carmona (Sevilla), vivió durante casi toda su vida en Valladolid, ciudad en la que habitó en la acera de la Plaza Mayor entonces conocida como la de los “escribanos o del Caballo de Troya”.
Dispersó su obra por toda Castilla de la mano de los encargos que recibía de la orden Carmelita y de la Compañía de Jesús. Para los carmelitas trabajó en Medina de Rioseco, Soria o Peñaranda de Bracamonte. Asimismo, para los jesuitas lo hizo en Valladolid o Segovia. Cofradías (de la Pasión y Angustias), parroquias (Portillo, San Cebrián de Campos, etc.) e incluso varias catedrales (El Burgo de Osma o Palencia) solicitaron frecuentemente sus servicios.

DIEGO DÍEZ FERRERAS. Constantino con la Santa Cruz (1665). Iglesia de Santa Cruz. Medina de Rioseco
Desde su primera obra documentada, las pinturas del retablo mayor de la iglesia de Santa Cruz de Medina de Rioseco, aparece ya configurado plenamente su estilo sin que en sus pinturas posteriores se aprecien cambios. Aficionado a composiciones repletas de figuras, con las que intenta crear sensación de movimiento, el pintor vallisoletano recurre a grises, azules y rosas, que denotan su preferencia por las tonalidades frías que aplica con pinceladas sueltas. Respecto a esto último, el profesor Pérez Sánchez le define como “hijo de su tiempo en el color alegre y en la factura más suelta que las de sus predecesores locales”. Su estilo ingenuo y popular le debió de proporcionar fama y crédito artístico dado que son abundantes las obras documentadas como las que fácilmente se le atribuyen. Los fondos de paisaje, estereotipados y repetitivos, aparecen como telones sin que consiga integrar en ellos a los personajes.
Diego Díez Ferreras nace en Carmona (Sevilla) el 23 de enero de 1640. Sus padres fueron Diego Díez Ferreras (oriundo de Puebla de Lillo) y Catalina Fernández. El primer documento que nos indica su presencia en Valladolid son las capitulaciones matrimoniales con su primera esposa, efectuadas el 22 de diciembre de 1661. Tan solo dos años después, el 20 de agosto de 1663, fallece su esposa, siendo enterrada en la iglesia de Santiago. El luto no duraría mucho puesto que ese mismo año contrae matrimonio con Inés de Osorio en la iglesia parroquial de San Lorenzo.

DIEGO DÍEZ FERRERAS. El Hogar de Nazaret (1668). Iglesia Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias. Valladolid
DIEGO DÍEZ FERRERAS. La Muerte de San José (1668). Iglesia Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias. Valladolid
En el año 1662, como ya hemos visto, fue acusado de haber apuñalado al pintor Amaro Alonso, extremo que el propio Alonso negó en su testamento otorgado el día 21 de octubre de ese año. Posteriores documentos nos los sitúan como buenos amigos. Tres años después figura como testigo en el contrato que firmaron los ensambladores Cristóbal Ruiz de Andino y Juan Fernández para realizar el retablo de Nuestra Señora del Rosario para la iglesia de San Cebrián de Campos.
El 16 de noviembre de 1679 el mayordomo de la ciudad, don Juan Francisco de Rivera, paga a Díez Ferreras 300 reales de vellón “por retocar y componer la pintura de Nuestra Señora del consistorio”. Las últimas noticias datan del año 1701. Aunque no hemos logrado localizar su partida de defunción, es comprensible que falleciera por aquellas fechas.
Catálogo
  • 1665. Pinturas del retablo mayor. Iglesia de Santa Cruz. Medina de Rioseco (Valladolid).
  • 1668. La muerte de San José y El Hogar de Nazaret. Iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias. Valladolid.
  • 1672. La transverberación de Santa Teresa y San José con el Niño. Convento de Carmelitas Descalzos. Pamplona.
  • 1674. San Juan Bautista y San José con el Niño. Iglesia parroquial de Santa María. Portillo (Valladolid).
  • 1675. El Anuncio del ángel a Zacarías. Iglesia de San Juan Bautista. Valladolid.
  • 1675. Apoteosis de San Ignacio. Iglesia de San Miguel. Valladolid.
  • 1678. Pinturas de la Anunciación, la Visitación y la Inmaculada. Iglesia de San Cornelio y San Cipriano. San Cebrián de Campos (Palencia).
  • 1679. Pinturas del retablo mayor. Iglesia del Seminario Conciliar. Segovia.
  • 1679. Pinturas encastradas de la cúpula. Colegio de los Ingleses. Valladolid.
  • 1682. La Asunción. Colegiata de San Antolín. Medina del Campo (Valladolid).
  • 1682. Bautismo de Jesús. Museo Diocesano. Zamora.
  • 1685. La Asunción y la Coronación de la Virgen del retablo mayor. Iglesia de la Asunción. Laguna de Duero (Valladolid).
  • h. 1686-1690. Pinturas del antiguo retablo mayor. Iglesia de Santa Marina la Real. León.
  • 1686. Escudos de armas. Iglesia de San Miguel Arcángel. Valladolid.
  • 1689. Retrato de una beata fundadora. Convento de San Antonio el Real. Segovia.
  • 1695. Pinturas de los ángeles de las enjutas de la bóveda. Convento de Santa Brígida. Valladolid.
  • Sin datar. San Elías arrebatado por los aires en un carro de fuego. Museo de Almería. Almería.
  • Sin datar. San Elías arrebatado por los aires en un carro de fuego. Museo Nacional de Escultura. Valladolid.
  • Sin datar. San Elías confortado por el ángel. Museo Nacional de Escultura. Valladolid.
DIEGO DÍEZ FERRERAS. El Anuncio del Ángel a Zacarías (1675) Iglesia de San Juan Bautista. Valladolid. Procedente de la Iglesia Penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo
DIEGO DÍEZ FERRERAS. Apoteosis de San Ignacio (1675). Iglesia de San Miguel. Valladolid
DIEGO DÍEZ FERRERAS. El Ángel de la Guarda (pintura encastrada en una de las pechinas) (1679). Colegio de los Ingleses. Valladolid
DIEGO DÍEZ FERRERAS. Escena de la Batalla de las Navas de Tolosa (Retablo de la Inmaculada) (h. 1679). Catedral. Palencia
DIEGO DÍEZ FERRERAS. La Conquista de Sevilla por Fernando III (Retablo de San Fernando) (h. 1677). Catedral. Palencia


ANDRÉS AMAYA (h.1645 – 1704)
La figura del pintor Andrés Amaya está cubierta por una enorme bruma. Desconocemos sus principales datos biográficos, aunque se piensa que pudo nacer en Burgos, Palencia o Valladolid. Su estilo no puede relacionarse con el de ningún artista vallisoletano. Ceán Bermúdez, primer escritor en dedicarle una biografía –por cierto, bastante breve –, comenta que fue discípulo de Vicente Carducho, extremo imposible si tenemos en cuenta las cronologías de ambos pintores. A Ceán debemos la documentación de “los lienzos del retablo mayor de la parroquia de San Martín de Segovia, y otros dos que están en el presbiterio, cuyos asuntos son de la vida del santo titular. Tienen mejor gusto de color que corrección en el dibujo”.
En sus primeros cuadros conocidos, conservados en la iglesia segoviana de San Martín (1682), presentan una concepción pictórica mucho más avanzada que impide relacionar su formación con cualquier pintor vallisoletano. Su estilo formado en aquella fecha, podría vincularse al de Francisco Solís o al del burgalés José Moreno y por supuesto con los pintores cortesanos de la segunda mitad del siglo.

ANDRÉS AMAYA. San José con el Niño. Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Fotografía tomada de la página web del M.N.E.
Sus cuadros casi nunca se hallan fechados lo que nos impide establecer una cronología en su obra conocida, la cual, por otro lado, se encuentra sumamente dispersa: tenemos cuadros suyos en Valladolid (iglesias de San Pedro, San Miguel y de la Vera Cruz, convento de Agustinos y Catedral) hay que añadir otros conservados, en Toro, Palencia (iglesia de San Miguel), San Millán de la Cogolla, Villafranca del Bierzo o León (San Isidoro). Tal vez, el número de obras suyas conservadas en Valladolid permiten confirmar una estancia larga en esta ciudad.
Fue artista bien preparado para la composición, sabiamente estudiada, como en el color rico y vibrante. Muestra una gran habilidad en la agrupación y relación de las figuras. Sus obras conocidas son todas de asunto religioso, pero en ellas puede apreciarse un gusto por los detalles de naturaleza muerta y se sabe que también pintó retratos. Se esforzó en buscar una tipología para sus personajes y sus obras son fácilmente reconocibles por el modelo de cabezas de ángeles, de caras gordas y narices respingonas y por los perfiles de sus modelos femeninos.

ANDRÉS AMAYA. La Virgen apareciéndose a Fernando III el Santo. Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Fotografía tomada de la página web del M.N.E.
Estuvo casado con doña Isabel Lozano, y vivía “fuera de la Puerta del Campo”, es decir aproximadamente en la actual plaza de Zorrilla. Sabemos que tuvo por discípulo al pintor vallisoletano Ignacio de Prado, al cual su viuda le nombró como su heredero por ser “persona de mi cariño y de que tengo entera satisfacción”. Falleció el 29 de octubre de 1704.
Catálogo
  • 1682. Pinturas del retablo mayor. Iglesia de San Martín. Segovia.
  • 1693. San Francisco y Santa Teresa. Iglesia Penitencial de la Vera Cruz. Valladolid.
  • Hacia 1693. Sagrada Familia. Iglesia Penitencial de la Vera Cruz. Valladolid.
  • Hacia 1700. San Joaquín. Iglesia de San Pedro. Valladolid.
  • Fecha indeterminada. San José con el Niño. Catedral. Valladolid.
  • Fecha indeterminada. La Virgen apareciéndose a Fernando III el Santo. Museo Nacional de Escultura. Valladolid.
  • Fecha indeterminada. San José con el Niño. Museo Nacional de Escultura. Valladolid.
  • Fecha indeterminada. Serie de lienzos sobre la vida de San Juan Bautista. Real Colegiata Basílica de San Isidoro. León.
ANDRÉS AMAYA. San Francisco y Santa Teresa (1693). Iglesia Penitencial de la Santa Vera Cruz. Valladolid
ANDRÉS AMAYA. Sagrada Familia (h. 1693). Iglesia Penitencial de la Santa Vera Cruz. Valladolid


MANUEL PETI BANDER (1662-1736)
Fue sin duda el pintor más destacado del primer tercio del siglo XVIII, el de métodos más avanzados y el que permitió entrever en la escena pictórica local el arte novedoso del napolitano Luca Giordano, como puede ser en las composiciones y en su abocetada forma de pintar una clara influencia del italiano Luca Giordano. En alguna ocasión se ha sugerido un posible viaje de Peti a la Corte, lugar en el que entraría en contacto con el pintor italiano, y, es más, algunos han supuesto que llegaría a ser discípulo suyo. Hoy en día, la idea más extendida es la de que el conocimiento de la obra de Giordano le venga a Peti a través de algunas pinturas que llegaron a Valladolid. Tanto en el dibujo como en el colorido, demuestra soltura y dominio de los matices. Movimiento y composición son estudiados con capacidad y acierto. Sus pinturas siempre se caracterizan por una entonación vibrante a base de manchas de color y por no prestar atención alguna al dibujo.
Manuel Simón Peti (Manuel Peti Bander) fue bautizado el 25 de junio de 1662 en la iglesia de la Antigua. Sus padres fueron el pintor Simón Peti “el viejo” y Ana Rodríguez. Otros miembros de la familia siguieron el oficio paterno: Simón Peti “el joven”, hijo de Simón Peti “el viejo” y Bonifacio Quevedo Peti, nieto de Simón Peti “el viejo”, y, por lo tanto, sobrino de Manuel y Simón Peti “el joven”.

MANUEL PETI. Santiago en la Batalla de Clavijo. Museo Diocesano. Valladolid
El 31 de marzo de 1676 ingresa como cofrade en la Cofradía Penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno. A esta cofradía ya pertenecía su padre, el cual había ostentado diferentes cargos en ella.
El 11 de noviembre de 1683 recibe en su taller al, cronológicamente hablando, primer aprendiz. Se trata de Manuel Polanco, hijo del sangrador José Polanco. Peti, que debía enseñar los rudimentos de la pintura al joven durante tres años, enseñanza por la que cobraría 300 reales. Dos días después recibe como aprendiz a Manuel Álvarez, a quien debería formar en el arte de la pintura a lo largo de seis años.
En 1702 realiza el trabajo de reconocimiento de las pinturas murales que se realizaron en las pechinas y cúpula de la Ermita de Nuestra Señora de la Peña de Tordesillas. Las pinturas fueron hechas, en su mayor parte, por el pintor vallisoletano Amaro Alonso. Asimismo, Peti pintó, entre otras cosas, el coro de dicha iglesia, percibiendo por ello 34 reales.

MANUEL PETI. El obispo Don Diego de la Cueva y Aldana. Catedral. Valladolid
El 15 de octubre de 1710 encontrándose preso en la cárcel otorga poder a los procuradores Andrés de Arce, Cosme de Arellano y Pedro de Velasco para que le defiendan en el “pleito y causa fulminada contra mí por el caballero corregidor de esta dicha ciudad” sobre “suponer ser infidente en las cosas del gobierno y estado de esta monarquía”. Según Peti dichas acusaciones eran inciertas, para lo cual argumentaba que era “muy afecto y leal vasallo a nuestro rey y señor Felipe Quinto, que Dios le guarde a quien he conocido y conozco por tal mi rey y señor natural y no a otro alguno sino a ver cosa al contrario”. Por estas fechas debió de regentar una casa en la Plaza Mayor, concretamente en una casa situada en la acera del Caballo de Troya (también conocida como la de “los escribanos”).
Manuel Peti Bander falleció “a causa de un accidente que no dio lugar” el 4 de agosto de 1736. Por entonces vivía en la plazuela del Almirante, siendo un soltero “de crecida edad”. Unos días antes de fallecer, el día 27 de julio había testado ante el escribano Manuel de Mier y Terán. Ordenaba que su cuerpo se enterrase en la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias, donde se rezarían doscientas misas por su alma; mientras que dejaba instituido como heredero universal a su sobrino Bonifacio de Quevedo Peti.
Catálogo
  • Hacia 1700. Caída de San Pablo. Catedral. Valladolid.
  • Hacia 1700. San Fernando entrando en Sevilla. Catedral. Valladolid.
  • 1710. Serie de lienzos sobre los Siete Dolores de la Virgen. Iglesia Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias. Valladolid.
  • Fecha indeterminada. El taller de Nazaret. Catedral. Valladolid.
  • Fecha indeterminada. Santiago en la Batalla de Clavijo. Museo Diocesano y Catedralicio. Valladolid.
MANUEL PETI. San Fernando entrando en Sevilla (h. 1700). Catedral. Valladolid
MANUEL PETI. El Calvario (Serie de los Dolores de la Virgen) (1710). Iglesia Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias. Valladolid
MANUEL PETI. El Calvario (Serie de los Dolores de la Virgen) (1710). Iglesia Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias. Valladolid

BIBLIOGRAFÍA
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  • VALDIVIESO GONZÁLEZ, Enrique: La pintura en Valladolid en el siglo XVII, Diputación Provincial de Valladolid, Valladolid, 1971.

2 comentarios:

  1. Muy buena explicación y buenas fotografías, me ha gustado mucho: muchas gracias


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  2. Tiene usted un fallo ahí.El retrato de ''doña Magdalena de Ulloa'' no es tal.Es de doña Inés de Salazar y Mendoza.

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